1. No soy de oro, solo dorado

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La primera vez que lo vi mi mundo no se detuvo, no solté feromonas y no pudimos reconocernos, no fue mágico o especial. Y es que en aquel entonces tenía solo seis años, para él debo haber sido solo un niño que reconoció como uno de los suyos, alguien que le causaba curiosidad porque cargaba, como él, el estatus de «lobo puro».

En aquel entonces no entendía muchas cosas, sabía que mi familia era diferente, mis padres podían transformarse en lobos, la verdad, no recuerdo una época en que no pudiera cambiar, para mí, ser un lobo era tan natural como respirar, correr con mi hermana mayor, perseguir a mis alocados hermanos menores, recibir las lamidas de mi dada y mi papá mientras me gruñían que no me subiera a alguna roca demasiado alta. El resto del mundo era el extraño ¿Cómo vivían sin transformarse? Sin apoyar las patas sobre la hierba cubierta de rocío, sin correr hasta cansarse, sin aullar a la Luna. Pero estas personas existen, ellos son la normalidad y nosotros el secreto. Mi dada alguna vez fue como ellos, y todos mis primos tienen al menos un padre humano. Como en cantidad los lobos somos menos, lo normal es que imprimemos de humanos. Y, sin embargo, mi dada pudo cambiar, pudo convertirse en un lobo, porque uno de sus antepasados lo había sido. Gracias a él, mis dos padres son lobos y mis hermanos y yo somos considerados «lobos puros».

Cuando estamos transformados no puedes ver gran diferencia entre un lobo como yo y mi prima Carter, ambos podemos correr lo mismo, aullar con la misma fuerza, pero yo puedo enojarme o asustarme y seguir siendo humano, Carter no puede, si algo la asusta, cambia, es inevitable, algunas veces le cuesta mucho cambiar de vuelta (aunque un abrazo de la tía Gabrielle siempre ayuda), mi cuerpo nunca me ha traicionado de ese modo, su lado humano la vuelve más inestable, aunque mis padres dicen que con la edad eso dejará de ocurrirle y seremos igual, no habrá diferencia entre nosotros «solo tienes un poco de ventaja Rhea, pero no por eso eres mejor o peor lobo que Carter, ambos tienen su propio valor». A mi dada no le gustaba que nadie dijera que éramos especiales solo por ser sus hijos.

Pero creo que lo somos.

No por ser «lobos puros» sino porque mis padres son geniales, creo que son las personas más bonitas del planeta y dan los mejores abrazos y huelen a seguridad y amor e incluso cuando nos regañan a mis hermanos o a mí, siempre nos explican por qué, y nos abrazan y quieren. Y dada nos lee cuentos antes de dormir y hace las voces de los personajes y papá se levanta a abrazarme por la noche si tengo una pesadilla, no importa lo tarde que sea, siempre está ahí. Además casi nunca se enojan mucho, solo cuando los gemelos, Atlas y Themis, se ponen rebeldes y no quieren entrar a casa o les da por andar todo el día de lobos y se niegan a vestirse, lo cual, yo creo que es entendible.

Creo que además mis padres son los más lindos de la vida. Mi papá (se llama Arnulf pero prefiere Arny) es alto, el más alto de nuestra casa, su cabello es negro y corto y se ve muy bien, aunque es mayor se mantiene en forma y dada está como enloquecido por sus ojos amarillos y su hoyuelo en la mejilla derecha, siempre dice que papá es guapísimo y que le encanta como su piel blanca se tuesta al sol, porque él se quema, tiene una sonrisa que siempre me hace sentir seguro y un rostro de facciones firmes y protectoras. Dada, tiene los ojos azules y un cabello café chocolate que también lleva corto, siempre frota su pequeña nariz contra mi mejilla luego de dejarme besos y su cuerpo delgado y pequeño lo hace ver más joven de lo que es, suelo escuchar «No me creo que Jae tenga cuatro hijos» pero lo cierto es que así es. Los adoro con mi vida.

La historia de mi destino empieza antes de que nos reconociéramos, él y yo. La primera vez que nos vimos fue cuando se reunieron todos los clanes de lobos, esa clase de reuniones se daban cada siete años, era la primer vez que yo iba, tenía seis. Tía Dalia nos había explicado que esas reuniones eran importantes porque hacían que todos los lobos nos reconociéramos los unos a los otros, aun si no éramos de la misma manada, sabíamos que alguien era de nuestra clase, se juntaban muchos lobos, y no es que todos pudiéramos recordar cada nombre, pero al menos había una noción de quién era familia de quién. Además, en esos eventos se actualizaba el libro de los clanes, el registro de cada lobo que había existido en el pasado y ahora y que cada manada poseía. Los líderes de cada clan se reunían todos los años para informar los miembros que obtenía o perdía cada clan, pero cada siete años asistían todos allí, para asegurar que la información era verídica y, sobre todo, para informar el segundo género de cada lobo y registrarlo en los libros. No era novedad que los lobos fueran alfas o betas, a pesar de ser una minoría en la población de humanos, los alfas abundan en los lobos, porque somos una raza que se caracteriza por su fuerza, su supremacía.

En mi oasis siempre hay Luna llena (Spin-off. Fauces II)Where stories live. Discover now