26. Todas las eternidades de mi vida

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Ni siquiera le pregunté a dada si podía tomar el auto, solo le dije «es importante». Antes de irme llamé a Len aparte, no necesitaba comprobar nada, lo sentía en cada fibra de mi cuerpo, pero aun así le pregunté y cuando escuché su respuesta ya sabía todo lo necesario, sus palabras confirmaron mi verdad. Conduje hasta su apartamento y una vez allí saludé al conserje de la entrada y subí hasta el tercer piso. Estaba nervioso, pero por primera vez desde que todo esto había empezado, el ascensor no se sentía como un peso en mi estómago, los nervios eran buenos. Me abrió la puerta extrañado de encontrarme tras ella, entré sin siquiera preguntar, me sentía acelerado, quería hacer esto rápido.

―Rhea ¿pasó algo? Nos vimos hace un rato ―«un rato», me parecía un siglo de distancia porque la revelación había sido tan grande que parecía haber marcado un antes y después en mi tiempo. Eché una mirada rápida dentro, pude notar que estaba estudiando porque tenía muchos libros abiertos en su mesa de centro, pero esto era más importante, no podía esperar.

―Tenemos que terminar ―lo suelto y me sabe bien en la lengua, me siento... libre, él me mira horrorizado.

―¿Qué? Pero si... no llevamos ni una semana de intentarlo ―trató de tomarme de los brazos pero negué, necesitaba aclararlo.

―Es que no deberíamos estar «intentándolo» Mars, deberíamos sentirlo y yo no lo siento... ―puedo decirle más, tengo tan claros mis argumentos, lo veo como si estuviesen escritos en letras gigantes frente a mis ojos, ahora que me parece increíble que antes no lo hubiese entendido.

―Estas cosas toman tiempo.

―¡No! ―más que gritar, creo que alcé la voz, aun así se sorprende y bajo el volumen, es difícil calmar las emociones que siento en la piel, entre mis dedos, en los labios, en mi lengua―, entre destinos no toma tiempo, deberíamos querer estar juntos pero te voy a ser honesto Mars, yo no quiero ―su rostro luce triste y sus emociones me oprimen, el instinto me jala, me llama a calmarlo y solo ceder, pero soy más fuerte. Me he vuelto fuerte con el tiempo, por irónico que parezca, fue su rechazo y ausencia lo que me daba ahora la firmeza para mantenerme firme frente a él―. ¿No lo entiendes? Nos estamos conformando el uno con el otro. Yo no quiero conformarme contigo, quiero ser feliz con el amor de mi vida.

―Mi hermano y tu hermana... ―corté lo que iba a decir.

―Sé que mi hermana no querría verme así, como estamos, en este limbo de estar uno junto al otro, sin doler pero sin ser felices. Yo quiero ser feliz y tú no eres mi felicidad, Mars ―su tristeza se vuelve tan espesa que me dan ganas de abrir la ventana, ojalá fuera tan fácil, ojalá bastara solo con dejar entrar el aire para arrebatarle el dolor que cargaba―, y yo tampoco soy la tuya.

―No sabes eso... ―pero lo dice bajo, inseguro Jamás sonríes por mí.

―Lo sé ―mi voz nunca ha sonado tan segura de algo―. Tú tenías razón, Mars, la primera vez, cuando imprimamos y me rechazaste, tenías razón ―me mira con ojos sorprendidos, inmensos, tan rojos y desconcertados, negándose a creerme. Me mira con el peso de una herida abierta, que todavía sangra por dentro porque aún la carga consigo.

―¿Cómo puedes decir eso? Si no hubiera ido por ti...

―No estoy hablando de aquello ―parece que solo voy a terminar interrumpiéndolo―, hablo del primer momento, cuando volteaste la mirada, cuando negaste con la cabeza, cuando elegiste a Adhara, hiciste lo correcto ―negó, sus ojos se llenaron de lágrimas y me aguijoneó el cuerpo su dolor. Puedo resistirlo, he soportado más que esto.

―¿Tan desagradable soy que me dices esto? ―qué triste es que piense eso.

―Mars ¿no lo entiendes aún? ―tenía que entenderlo―. Somos lobos.

En mi oasis siempre hay Luna llena (Spin-off. Fauces II)Where stories live. Discover now