17. La espada

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Mars

―¿Te encuentras bien? ―Ignis abre la puerta de mi habitación, lleva una camiseta celeste muy simple, sus ojos rojizos me miran con una preocupación que últimamente parece siempre estar allí. Hoy lleva el cabello en una trenza que empieza en lo alto de su cabeza y cae hasta la mitad de su espalda, sus pantalones negros de deporte me dicen que debe de haber salido a correr.

―Sí ―no quiero hablar sobre todo lo que está mal, él no está convencido pero, al igual que los días anteriores, no insiste ¿habría insistido antes de que ocurriera todo el fiasco de la reunión? ¿Me habría molestado hasta que le confesara lo que me aquejaba para poder aliviarme? No lo sé, no estoy seguro. Hoy me he pasado el día en esta habitación, como tantos otros, mis padres no están teniendo problema en dejarme comer aquí, existir donde sus ojos no tengan que verme. Aunque la cena es distinta, se suponía que era tradición comerla todos juntos con la familia principal y Guardia del desierto no se saltaba tradiciones. O bajabas a comer o no comías. Tengo muy claro lo que mi hermano va a preguntar ahora, incluso antes de que lo diga.

―¿Vas a bajar a cenar? ―pienso en la cara con que el bisabuelo Aldebrand me había mirado cada vez que me veía, los ojos acusadores y molestos que querían reducirme a nada.

Y demasiado seguido lo lograban.

―No tengo hambre ―me hizo saber lo inconforme que lo dejaba mi respuesta entrando a la habitación del todo y cerrando la puerta tras él.

―Sé que no es la situación ideal, pero tienes que comer, no está bien que te sigas saltando la cena ―fijé los ojos en mis manos, no quería mirarlo, no quería encontrar que estaba molesto o preocupado, no quería tener que adivinar si esa preocupación era real o falsa.

―No quiero ―escucho su suspiro, suena cansado.

―Está bien, pero mañana promete que sí cenarás ―asentí, sabiendo que al día siguiente me presionaría para cumplir mi palabra. Lo escucho tomar la manija de la puerta y alzo la vista para mirar su espalda, pero encuentro que se ha volteado a verme, luce triste. Eran contadas las ocasiones en que había visto a mi hermano repleto de tristeza―. Se hace peor, Mars, cada día que no lo enfrentas, cada día que no bajas, que no te levantas... el camino se alarga un poco más y se pone más cuesta arriba ―me duelen sus palabras y no sé explicar por qué, tal vez porque son ciertas―. Por favor inténtalo un poco más fuerte, me gustaría poder hacerlo por ti, aliviarte el pesar que sientes, pero esto debes hacerlo tú ―se voltea para marcharse―, sé que no te miran bien, pero una buena forma de volver a tener su respeto es asumiendo y poniendo la cara ―abre la puerta y antes de salir me mira―. Y yo siempre estaré de tu lado.

No espera una respuesta, tal vez porque se ha cansado de mis monosílabos, de mis silencios, tal vez porque desea dejarme pensar.

Mi hermano siempre fue una existencia conflictiva para mí, había tenido celos de él, lo había admirado y había sido demasiado consciente del cariño que sentía por mí. Pero creo que, hasta ahora, él nunca me vio a mí como una fuente de conflicto para sus emociones. Hasta ahora Ignis me quiso, simple y llano como eso, sin reservas, sin cuestionamientos o intervenciones. Pero ahora... no era solo mi error, eran las posibilidades que había si lo arreglaba ¿realmente quería que me pusiera bien? Me preguntaba si una parte de sus palabras eran falsas, si una parte de él deseaba que me quedara en esta habitación, que me hundiera y no fuera una amenaza.

Ignis siempre quiso ser líder, había entrenado, estudiado, se había preparado, ansiando cumplir su deseo. No pensó que alguien se interpondría en su camino, siempre creyó que si se preparaba lo suficiente, si mostraba las aptitudes necesarias, que eso bastaría. No contaba con aquello que no podemos controlar ¿Cómo iba a imaginar él que su hermano menor imprimaría de un lobo puro? Que la perspectiva de mi prole, la primera en nacer de dos lobos puros desde que había memoria, me volvería un candidato deseable para el puesto que él siempre había añorado. Tenía mucho que perder, yo amenazaba su futuro, mis posibles hijos con Rhea arruinaban todo para él ¿cómo era posible que creyera su preocupación? Tal vez la sintiera sincera pero no dejaba de pensar que, quizás, una parte de él ahora me odiaba, o me resentía, que yo le dolía y me había vuelto una yaga.

En mi oasis siempre hay Luna llena (Spin-off. Fauces II)Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα