Los golpes de Akaza

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No podía ver absolutamente nada, su cuerpo dolía como el carajo, no se podía mover, apenas tenía fuerza para abrir sus párpados y ver a su maestro hablarle, sus oídos zumbaban tal como si tuviera alguien sonando un silbato en su oído. Ella extendía su mano hacia Rengoku quien le había desviado la mirada al mismo punto en el que miraba Tanjiro, ella con dificultad miro en aquella dirección.

Y vio al demonio.

Su cabello era de un color rojo brillante al igual que su vestimenta, su piel era Blanca, blanquísima y sobre ella se dibujaban líneas que conectaban a unos ojos oro con el número de su luna grabado ¿Su nombre? Infundía miedo, era Akaza, la luna superior demoníaca que a Kasuki más respetable se le hacía.

Mediaron algunas palabras que Yoko no logró entender, debía levantarse, debía ayudar a su maestro una vez más, tenía que ser útil, esta vez debía ayudar a sus compañeros y vencer, salir ilesos, si debía morir lo haría, si debía quedar liciada, se quedaría, pero no iba a permitir que ellos sufrieran más daños.

¡Entonces tendré que matarte!— y con esas palabras iniciaron la pelea, Yoko gimoteó con dolor mientras al fin se ponía de pie, respiró suavemente una y otra vez, calmando lento el dolor, controlando su sangre, tranquilizando su cuerpo agitado con aquellas suaves inhalaciones, lo borroso se hizo claro y el pitido desvaneció, ella parecía ser la única capaz de ver el intercambio de cortes y golpes entre ambos, era impresionante, tanto que no pudo evitar contemplar con curiosidad lo que ocurría.

Mientras ellos combatían Inosuke y Kasuki se encontraban sacando a las personas del tren, Kasuki había logrado sacar a Nezuko con éxito y a aquel rubio igualmente, era posible que el de puntas naranjas tuviera alguna herida pero el no se preocupó tanto, solo se concentraba en ayudar, su fuerza era superior así que podía sacar a más a la vez, mientras tanto Inosuke lo veía incrédulo, era un demonio que ayudaba a los humanos, era un demonio fuerte que ayudaba, eso no lo podía creer, lo único en la mente del Hashibira era enfrentar a ese hombre y vencerlo, más este estaba demasiado ocupado como para darle atención a lo infantil del chico al otro extremo del último vagón en ser evacuado.

Ambos trabajaban para ayudar a los humanos, al igual que Yoko y Rengoku.

—Re-Rengoku-San— chilló mientras fue arrojada al suelo por un puñetazo del demonio sobre el costado de la hoja de su katana endurecida por su octava cola, Rengoku inmediatamente le ayudó a alzarse, viendo con desprecio al demonio del otro lado qui...

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—Re-Rengoku-San— chilló mientras fue arrojada al suelo por un puñetazo del demonio sobre el costado de la hoja de su katana endurecida por su octava cola, Rengoku inmediatamente le ayudó a alzarse, viendo con desprecio al demonio del otro lado quien estaba cargando otra técnica de sangre, el Pilar de las llamas corrió hacia el levantando una enorme nube de polvo, Yoko sintió pánico pues ese presentimiento de angustia y pérdida le invadió, Rengoku iba a morir si no se movía.

—Rengoku-San— susurró mientras el tiempo se detenía a sus ojos, Rengoku alzando su espada y el demonio su puño mientras lentamente se asomaba el Alba —Aliento Ninetails... novena cola: Nueve presagios

Y mientras aún el tiempo se mantenía lento se escuchó un golpe seco, el polvo comenzó a disiparse dejando ver a Yoko encarando al demonio con una figura hecha de polvo plateado, la figura de un enorme zorro de nueve colas. Pero algo no estaba bien, aunque Yoko estuviera de pie, con la más tranquila seriedad en su cara y logrando cortar el brazo del demonio desde su hombro... La mano derecha del demonio había roto su espada, y aún así logró atravesar su cuello con la poca hoja que quedó sobre la empuñadura.

Hotaru la iba a matar por lo que había pasado, pero si lograba matarlo en ese momento podría lograr salvar a su maestro.

Maldita niña, no te metas— los puños del demonio no iban con intensiones de matarla, solo de torturarla mientras intentara asesinarlo, Golpeando con fuerza suficiente como para magullar orgamos sin atravesar el cuerpo de Yoko, quien al ser golpeada apenas y se movía, a ella no le importaba, solo quería matarlo.

—Yoko-Chan... ¡Yoko apártate!— pidió Rengoku en tono cansado y algo desesperado. Su ojo estaba vacío, sangrando, iba a morir si Akaza le daba otro golpe, Yoko dejó caer un par de lágrimas mientras hacía aún más fuerza para atravesar el cuello del demonio que no dejaba de golpearla, pronto sus rodillas comenzaron a temblar mientras su garganta se llenaba de la sangre de sus intestinos vueltos mierda, si no moría ahí era un milagro.

—Respira profundo Yoko...— la voz de su tío sonó detrás de ella, el la había ayudado mucho, obedeció —Cortate la muñeca con la hoja—

Akaza se quedó mirando a la chica con duda, deteniendo sus golpes ¿Realmente se suicidaría por los mandados de esa voz misteriosa? Pues al parecer si, ya que cumplió las órdenes al dedillo y corto su muñeca, llenando la hoja con su sangre.

La luna hizo brillar en un rosa tenue el carmín sobre el acero y de un momento a otro la hoja traspasó el cuello, Yoko miro fascinada aquella acción más al subir la mirada no había logrado desprender la cabeza, el iba a vivir y a matarla. Pero cuando fue a dar el golpe de gracia el sol tocó sus nudillos levantados, debía correr y eso hizo, se fue, Kamado trató de detenerlo pero no pudo.

Kasuki llegó desde atrás de Yoko y la tomó de los brazos con suavidad mientras esta se dejaba caer hasta el suelo, siendo amortiguada por las manos del mayor, sus ojos estaban entrecerrados, sus manos maltratadas al igual que cada hueso de su torso, las lágrimas que cubrieron sus ojitos bicolor fueron las mismas que limpiaron la sangre que salpicó en sus mejillas. Sus muñecas sangraban y goteaban al suelo, la combinación de su cuerpo destrozado y el sangrado imparable iban a matarla en el sitio.

Kasuki sintió esa presión en el pecho y acaricio las cejas de Yoko como solía hacerlo cuando era una niña.

—Yoko... repite conmigo— ella le miró desde abajo sin fuerza y juntos comenzaron a decir.

Aliento Ninetails, quinta cola de modificada: luz lunar plateada— la sangre que salía del cuerpo de Yoko comenzó a brillar tenuemente mientras su tío cortaba con sus garras la piel de su mano, uniendo ambas sangres al pegar sus heridas entre sí. Esta habilidad modificada es capaz de curar las heridas de los usuarios de la respiración del zorro, si y solo si otro usuario de esta comparte su sangre con el herido... lo malo es que no cura los huesos rotos.

Habilidad de sangre demonio, Mi kokai no Shufuku— las heridas de ambos se regeneran inmediatamente, más sin embargo no todas se vieron curadas, el dolor se había calmado, ahora Yoko estaba mejor,  no perfectamente sana aunque si estable... pero Kasuki no.

El sol ya estaba por dar en ese punto oculto tras el tren al que Kasuki retrocedió lentamente, Rengoku miraba atónito, un demonio que no reconocía había ayudado a su estudiante antes que huir y salvarse, sin saber que ese demonio ahí parado fue una vez su compañero.

—Yoko... te quiero, es lo único que quiero que sepas— dijo mientras trataba de ocultarse del sol el cual solo avanzaba, Yoko lo miro mientras las lágrimas se apoderaban de ella, se quitó su haori lo más rápido que pudo y lo colocó sobre la cabeza de su tío mientras de un pequeño salto lo abrazo del cuello.

—T-Tio, te acabo de encontrar, no quiero perderte, por favor Tío, no te vayas, no me dejes— y entre plegarias y sollozos tuvo que soltarse de él, acabando por caer al suelo de pie, viendo como aquellas marcas Rojas se formaban en el rostro de su tío ahora que el sol le daba de tope, el solo dejo ver un par de lágrimas.

Tan cerca de salvarse, se sacrificó por su estudiante ¿Por qué tenía que morir así? No quería que lo hiciera, sería muy doloroso, pero el había aceptado su destino y mientras el olor a cenizas invadía el aire las marcas Rojas se hicieron más intensas... y su piel se comenzó a deshacer.

Yoko no lo quería creer, no podía dejar que se fuera, no quería que se fuera.

𖣔❫ཱི𝐘𝐨𝐤𝐨  ──[Kιmᥱtsᥙ ᥒo Yᥲιbᥲ]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin