Grita, maldito, grita

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—Hace frío— murmuró ella mientras miraba hacia arriba un cielo rojizo por el amanecer, sus ojos estaban pesados y su cuerpo no le respondía, escuchaba ahí mismo, a unos pasos los gritos de Kamado, de Sanemi y Kanroji... pero no podía ayudarlos. Suspiró una última vez, cerrando sus ojos lentamente por el cansancio —No...—

Ese murmullo inaudible dejó paso a un paro en el corazón, pulmones y sensaciones en la albina, sus ojos estaban cerrados, su cuerpo inerte con un pequeño agujero sobre su pecho que dejaba ver su sangre que corría lento por sus cuerpo por el ataque de Muzan, no sintió nada al morir, nada más que melancolía e impotencia, pronto el sol asomó por aquella calle y el cuerpo de Muzan fue quemado hasta desaparecer, habían ganado, pero el costo de la batalla fue tan alto que todo el mundo se desmoronó para los cazadores.

—Zenitsu, quédate quieto, deja que te vende— le pedia un desesperado Kasuki al joven, que luego de mucho moverse dejó de gritar que dolía, mirando por la calle vacía un pequeño bulto sobre el suelo, entre los escombros.

—Yoko... Tanjiro— murmuró, mirando a ambos incrédulos.

—¿Yoko? ¿Donde está mi...?— cuando volteo con una sonrisa el Pilar lo único que alcanzo a ver fue un par de cuerpos inertes, siendo abrazados por Tomioka, él dejo salir un jadeo y un par de lágrimas más... lágrimas pesadas y llenas de dolor —M-Mi...Mi Tsuguko—

Se levantó, dejando al rubio con los Kakushi, yendo hasta donde estaba ella para sujetar su cuerpo, tomándolo con cuidado de no herir más su figura, poniendo su frente contra la de ella y soltando un fuerte grito de dolor al hacerlo.

—¡YOKO!— Dejó salir en su sufrimiento, sintiendo como, lentamente cada rastro de ser demoníaco era expulsado de él, como cada rastro de alegría era extirpado de su ser... su única razón para vivir, su pequeña niña, su bebé, a quien quiso como una hija propia... ahora estaba ahí... muerta, entre sus brazos —¡¡MUZAN!! ¡¡MALDITO DESGRACIADO!!—

En un punto de su llanto sintió un pequeño movimiento en la joven, sintió como soltaba un pequeño quejido, la miró con atención y emoción pero... al ver sus ojos... eran agudos y salvajes.

Un demonio.

—¡¡Aléjate!!— se escuchó Tomioka, las manos de Yoko tomaron el rostro de su tío de una forma gentil, pero, justo en ese instante dio un zarpazo en su rostro que dejaría la más terrible cicatriz, el Pilar tomó su cara con su mano mientras gritaba de dolor, empujando a su sobrina lejos de él.

Mientras en el mundo Real todo aquello ocurría en un subconsciente aquella joven se encontraba entre los brazos del propio diablo, quien le susurraba al oído todo lo que debía hacer.

—Te odio— soltó la joven de manos tomadas por el demonio que le veía fijamente mientras ella, con su mirada perdida y su cuerpo débil era tomada despacio por el propio vacío del infierno —Te Odio Muzan, te odio—

Te dije que estaríamos juntos, linda... en el infierno o en la tierra... aquí al menos no molesta nadie ¿No lo crees?— preguntó el hombre mientras acomodaba el fleco de Yoko detrás de su oreja, siendo que ella había elevado su mirada para observarlo más de cerca, con aquellas heridas en su cuerpo, exceptuando su pecho, la cual, a pesar de habérsela hecho no se veía, no había rastros de ella.

Kibutsuji Yoko, no suena nada mal

—El sol me quemará y moriré... no puedes hacer nada en contra de ello— inquirió con asco de ser tocada por la mano del demonio.

Tu madre... a ella la convertí en demonio el mismo día que tuve que matarla... se negó a dejar que te asesinara después de eso— murmuró el demonio mientras pasaba sus dedos por sobre los labios de la albina —Ella te amaba... pero tu padre era otro caso... incluso llego a odiarlo por su continua actitud patética, era ridículo

𖣔❫ཱི𝐘𝐨𝐤𝐨  ──[Kιmᥱtsᥙ ᥒo Yᥲιbᥲ]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz