Moverte

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Ella miraba al Shigasugawa desde su posición, era lógico que ya no quisiera hablarle después de haber sido intimidado por su tío diciéndole que cortaría su cuerpo en trozos si se acercaba a Yoko, ella suspiró, nuevamente vencida.

—Resiste— escuchó un murmullo proveniente de la piedra, cuando alzó la mirada puso ver... cabello negro y ojos fuertes, era Ayaka, Ayaka era la hija de una madre con el mismo nombre, era una de las pocas que hablaba con Yoko cuando estaba sola —Resiste, Yoko—

Ella se quedó perpleja... su cuerpo había sido despedazado por Kibutsuji... incluso sus ojos quedaron fuera de lugar... no podía creer lo que veía, quizá el hambre o la sed le estaban dando estas misiones, o tal vez su obsesión con mover la Roca había acabado por enloquecerla... fuera lo que fuese aquello que veía le sacó un par de lágrimas.

—Empuja ahora— pidió el espíritu de la niña, una chica menor que Yoko por dos años, sentada sobre aquel pedrusco redondo. Yoko no rechazó sus palabras y aún con lágrimas sobre sus ojos empujó —Kibutsuji me asesinó porque no fuiste fuerte, ahora mi Alma va a perseguirte hasta que logres matarlo, hasta que tengas esa fuerza... venga... empuja rápido—

Los ojos de Yoko llovieron sobre la tierra mientras gruñía por la fuerza que presentaba en aquella roca redonda. Genya y Tanjiro la miraron, sorprendidos por el esfuerzo que hacía, por sus lágrimas, Kamado sentía el olor del odio y el rencor, su cuerpo se relajó al sentir ese dolor.

—Ayaka... perdón...— murmuró dolorida mientras empujaba cada vez más fuerte, más insistente —Mamá... Papá... lo siento por no llegar a tiempo—

Ambos guardaron silencio al ver a la Roca moverse un milímetro sobre el suelo. Yoko se enfocó en los recuerdos felices que pronto se volvieron tristes, hacerse fuerte, matar a Kibutsuji por lo que le hizo a sus familias... no lo perdonaría, jamás lo haría, siguió intentando, empujando, chocando su propio cuerpo contra la Roca fría pero sólida... no iba a rendirse, no podía rendirse.

—¡Vamos Yoko! ¡No la haz movido nada! ¡Hazlo! ¡Fuerte, fuerte, fuerte! ¡Si quieres estar con nosotros al morir pues entonces debes hacerlo mejor!— le gritaba el espíritu de su amiga que ahora se había puesto de pie sobre la roca, la cual comenzó a moverse cada vez más.

—Cuando pierda todas las partidas... cuando duerma con la Soledad... cuando me cierres todas las putas salidas... y tu recuerdo en la noche no me deje en paz...— gimió de dolor en sus músculos, la fuerza que ejercía había logrado agrietar el suelo bajo sus pies, la piedra ya se movía, pero ella no lo sentía —Cuando sienta miedo del silencio... cuando cueste mantenerme en pie... cuando se revelen todos mis putos recuerdos y me pongan contra la pared... voy a resistir... de pie frente al mundo... volveré mi piel de hierro para endurecerme—

Ya lejos de los dos jóvenes ella seguía recitando su juramento, Himejima le miraba ¿Que diablos hacía para tener esa fuerza? Era increíble.

—Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte... soy como un Junco, con el viento me doblo pero siempre sigo en pie— y en un momento Ayaka puso su mano sobre la de la chica... lo había logrado, la pequeña joven sonrió dulce a la albina y se desvaneció.

La de ojos bicolor se dejó caer lentamente por la piedra hasta llegar al suelo, llorando de alegría pero a la vez de frustración, lo había logrado... pero sabía que si no cumplía su promesa debería fundirse en el infierno... no quería eso... ella no quería estar sola ahí por el resto de su penosa existencia. Estaba bañada en sudor y en lágrimas, sus manos estaban llenas de pequeños raspones por la fuerza que hizo durante todo aquel entrenamiento... todo ese daño valió la pena... cada día estaba más cerca de vencer a Muzan... aunque hacer todo esto le llevo casi una semana.

—Lo has hecho muy bien, Tsuguko, Yoko Sato— palmeó su cabeza suavemente Himajima, haciendo que la joven le mirara desde abajo, sonriendo débilmente —Mi entrenamiento ha finalizado—

—Lo has hecho muy bien, Tsuguko, Yoko Sato— palmeó su cabeza suavemente Himajima, haciendo que la joven le mirara desde abajo, sonriendo débilmente —Mi entrenamiento ha finalizado—

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—Vaya, gracias por arreglar mi uniforme— agradecía amablemente Yoko al hombre bajo de los lentes, quien arregló estos sobre su nariz.

—Es mi trabajo, hice la personalización que me pediste, la borla en el cuello roja y botones dorados— decía de Kakushi mientras tomaba de una caja unos pendientes de hilo naranja en degrade a blanco... como la cola de un zorro —Estos también se verán bien en ti, llévalos, así nunca olvidarás tu legado—

Yoko asintió y agradeció para poder ir a cambiarse, esa tarde tenía una su reunión con Kagaya... peor lo raro era que su cuervo no había ido a recordarle a la albina que debía ir, cosa que hizo dudar a Yoko si encaminarse a aquel lugar, terminó por aceptar sus emociones e ir, llegaría para la noche, no tenía mucha prisa así que disfrutó de su caminar, compró un par de pasteles para Kagaya, ahora que tenía esa enfermedad tan avanzada seguro gustaría de comer uno junto a Yoko, ella era así, solo pensaba en la felicidad de otros antes que la suya, cuando la noche cayó y habían pasado ya veinte minutos desde la llegada de la luna escuchó algo que la alarmó muchísimo.

—¡Ataque a la dependencia Ubuyashiki! ¡¡Llamado de emergencia!!— gritó Momoku mientras volaba hacia Yoko, sus manos temblaron y dejó caer lo que tenía... Kagaya estaba solo, ni su esposa ni sus hijos sabían usar una espada, el ya estaba enfermo, no podría ayudarlos... Yoko sintió de nuevo el peso de la carga de salvar no solo a su jefe y patrón... sino a su amigo, a quien vio algo especial en sus corazones.

—Ubuyashiki-San— murmuró mientras a toda velocidad corría, sentía a Muzan no muy lejos, sentía esa presencia asquerosa que hacía sudar sus poros y sus ojos picar como el infierno, no podía detenerse, ni aunque la molestia en su cuerpo fuera tan grande —No teman, voy por ustedes—

Cuando Yoko pasó la entrada de aquella finca y logró divisar a lo lejos la casa vio al de ojos rubíes frente al enfermo Kagaya, solo dio un paso al frente cuando todo voló en pedazos, siendo empujada hacia atrás por la ola de energía liberada por la explosión.

Su cuerpo cayó al suelo, y al ponerse de pie débilmente contemplo la escena, sus ojos se cubrieron de lágrimas de puro dolor, sentía el calor del fuego quemando su piel a pesar de la lejana distancia entre ella y la casa, sus puños se apretaron con fuerza mientras su cabello se agitaba por el viento.

—¡¡KAGAYA!!— gritó crudamente y con todo el dolor rompiendo su voz, Muzan salió de entre las llamas, hecho pedazos y gritando el apellido del amigo de la albina. Los ojos de ella se enfocaron él, su dolor, su odio era evidente en sus ojos y sufrimiento extracorporeo, solo verla dolía, porque se sentía todo el mal guardado en su corazón liberándose en un fuego ardiente de desesperanza... acabaría con Muzan, lo haría y bien.

𖣔❫ཱི𝐘𝐨𝐤𝐨  ──[Kιmᥱtsᥙ ᥒo Yᥲιbᥲ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora