El rencor envenena

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—Me siento ridícula cuando estoy metida en esta cosa— decía Yoko al ver el atuendo rosa que le había proporcionado Kanroji.

—A mi me gusta, es fresco y no molesta aunque sea ajustado— decía el Kamado con una sonrisa orgullosa... a pesar de que lo único que le faltaba para verse más afeminado era un tutú y un lasito rojo.

—No me gusta— gruñó, odiaba vestirse de esos colores y mucho más con cosas ajustadas, era desagradable para ella verse.

El entrenamiento consistía en lo siguiente: danza de listón, elasticidad, gimnasia técnica.

La Danza del listón claramente proporcionaba una vista artística en los movimientos de las espadas y la forma en la que un usuario podía relacionarse con su aliento, a Yoko no se le fue difícil emplearlos, tal vez porque su estilo de pelea no era tan diferente al de Kanroji, si, ella era mucho más flexible y los movimientos de sus alientos eran complejos, pero tenían cierta similitud.

—Es como un Ángel— decían embobados los cazadores al ver el movimiento fluido y artístico de la joven entre ellos.

—¡Maravilloso, hermoso!— aplaudía Kanroji ante el grupo que había pasado recién, emocionada —Siguiente paso, todos prepárense—

A Tanjiro le costó un tanto obtener toda su flexibilidad, es más, incluso gritó cuando Kanroji lo hizo elongar sus músculos. Yoko era mejor con su flexibilidad, en primera, porque era mujer y casi siempre a las mujeres se les era más fácil no tuvo problema con el entrenamiento, salió antes que el Kamado.

—Carta para Sunazuka— el cuervo de Ubuyashiki llegó al campo de entrenamiento del cual Yoko estaba por salir.

—Soy yo ¿Pasó algo?— le preguntó al cuervo Yoko mientras desdoblan la carta rápidamente, pensando que algo malo había ocurrido... solo habían dos palabras escritas... "necesito verte" escrita con letra de Kagaya, cosa que ella conocía ya que desde que comenzó el entrenamiento se escribían constantemente —A-Ah ¡Llevame con Ubuyashiki-San! Si tiene que verme es una emergencia—

El cuervo guió a Yoko por aquellas calles, dejando a quienes entrenaban en extremo preocupados. Yoko llegó rápido a la residencia del patrón, entró a la habitación sin siquiera tocar, encontrando al hombre sentado sobre un futón, con vendas alrededor se su cabeza.

—Oyakata-Sama— dijo avergonzada al notar lo que había hecho, tirándose al suelo de rodillas, bajando la cabeza en forma de perdón, poniendo las manos en el suelo.

—Llegaste antes de lo que creí... no quería que me vieras así... pero creo que es evidente mi estado ya que ha sido Amane-San quien ha asistido a las reuniones hasta ahora...— dijo con dificultad, mientras la veía —Alza la cabeza, no te debes avergonzar... de todas maneras somos amigos—

Yoko levanto la cabeza dejando caer algunas lágrimas de sus mejillas, observando a Ubuyashiki sin querer creer lo que veía frente a sus ojos, la maldición estaba avanzando muy rápido, tanto que le era doloroso verlo.

—Oyakata-Sama... lo siento, lamento no poder hacer nada por usted... debe sufrir mucho... debe doler demasiado... lo siento— decía, volviendo a reverenciarlo, Ubuyashiki suspiró, enternecido, pidiendo a Yoko que se acercara, esta se levantó y se posó al lado de él, sentándose ahí como el le pedía.

Los brazos de Kagaya rodearon a la joven y sus dedos acariciados su cabello, ella le correspondió, dejando de llorar por un segundo.

—La muerte es algo normal, Yoko, si yo muero, muchos van a llorar, ciertamente... pero la vida sigue y lo único que todos tenemos seguro es eso, la muerte... algunos morimos antes por causa del destino, y otros por infortunio de la vida— decía él mientras observaba a Yoko, quien le veía a los ojos, esos ojos borrados sin vida alguna —Otros tienen un propósito, y no morirán hasta cumplirlo... un propósito lleno de dicha que dará alegría a las vidas de muchos... y veo en tus ojos, aunque nunca haya podido mirarlos, que eres esas personas... con propósito—

La joven soltó un suspiro, el tenía razón, dieron su ultima charla, rieron un poco mientras el se sentía feliz una última vez, y ella se sentía devastada, solo quería que viviera sus últimos días en alegría hasta que muriera por su enfermedad, al menos sería una muerte pacífica.

La joven soltó un suspiro, el tenía razón, dieron su ultima charla, rieron un poco mientras el se sentía feliz una última vez, y ella se sentía devastada, solo quería que viviera sus últimos días en alegría hasta que muriera por su enfermedad, al ...

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—Iguro-San, deme un respiro por favor— pedia Yoko con varios moretones en los brazos y rostro, teniendo ligeramente hinchada la mejilla derecha por los golpes del Pilar.

—Tienes cinco minutos, luego seguiremos— dijo el muchacho mientras se iba al interior de aquella casa donde estaban todos los muchachos amordazados y amarrados... el tipo era un cínico.

Yoko se quedó mirando su espada en silencio, observando el patrón que tenía la hoja, con la forma de raices... ella suspiro, su legado estaba en esa espada, ese libro y esa respiración... estaba bastante feliz de ver aquella espada, de saber que su legado estaría a salvo siempre y cuando pudiera pasar su pasado a generaciones futuras.

Sabía que estaba a salvo.

—Continuemos— dijo ella al entrar, a lo que Iguro le miro algo impresionado, esa determinación de ella era increíble, por un momento le recordó al entusiasmo de Kanroji, eso le hizo sonreír por debajo de sus vendas.

Los entrenamientos con Iguro dieron su fruto, ella se sentía más fuerte. Y a pesar de que su cuerpo fue bastante atrofiado y sintió que se rompería un par de huesos tuvo el permiso de Obanai para ir con el siguiente pilar.

—Yoko, ven aquí— le llamó el Pilar quien se había sentado en un banco fuera de aquella casa, moviendo su mano para que ella se acercara.

—¿Si, Iguro-San?— dijo algo nerviosa, mirándolo desde su posición.

—Tengen-San me ha contado lo que te pasó... lo de tu familia y todo lo que ha ocurrido... te daré un pequeño consejo, Yoko— la joven le miró atenta —Perdona, en cuanto puedas perdona que quien les hizo daño... el rencor es el peor veneno... no importa si ha sido Muzan u otro demonio... perdona una vez que lo hayas matado, no les guardes rabia—

—S-Si— Iguro tomó la muñeca de Yoko y la hizo bajar su torso hacia él, dándole un abrazo suave a ella, uno agradable y lindo —Gra-Gracias, Iguro-San—

—Eres uno de mis estudiantes, mi deber es ayudarte— Iguro nunca tuvo malas intenciones con Yoko, puede que durante la reunión de pilares le suprimiera muy fuerte contra el suelo o pusiera mucha fuerza en su agarre, pero jamás deseo hacerle daño a la joven. A pesar de que aquel pelinegro fuera tan cerrado, Yoko conocía muchas cosas de él gracias a él patrón, como que había sido salvado por Shinjuro en su juventud, cuando era solo un niño y escapó de su casa ya que planeaban darlo como comida a un demonio. Yoko poseía un pequeño afecto hacia Obanai, entendió por que su frialdad y desconfianza al mundo y cada demonio que lo habita.

—Lo veré luego, Iguro-San— se despidió con una sonrisa para continuar, siendo guiada por un mapa que anteriormente le dio un cuervo. ¿Que le depararía el destino esta vez? No lo sabía, antes debía esperar a que Kamado superara el entrenamiento.

Eso no llevaría mucho.

𖣔❫ཱི𝐘𝐨𝐤𝐨  ──[Kιmᥱtsᥙ ᥒo Yᥲιbᥲ]Onde histórias criam vida. Descubra agora