20

589 51 5
                                    


| Capítulo 20 |

Las boletas

Cuando abro los ojos, lo primero que veo es a Taylor rendido a mi lado, tiene la boca un poco abierta, pero no por eso deja de parecer un ángel durmiendo.

Lo miro fijamente, y sé que haber dormido con él, es algo que no voy a poder olvidar jamás. Taylor se estremece y abre los ojos con pesar y de inmediato chocamos miradas.

Me dedica una sonrisa de boca cerrada y un corto beso.

—¿Qué tal tu noche?

—¿Qué crees? —responde con otra pregunta.

Se torna desafiante ahora.

De inmediato evalúo su expresión para saber qué responder, pero Taylor no parece incómodo. Entonces creo que ha dormido bien.

—Supongo que bien—, alardeo, riendo.

Me da una de esas miradas penetrantes que de alguna manera me hacen sentir mariposas en el estómago.

—Ha sido una de las mejores noches de mi vida —espeta, con sinceridad.

Me tenso.

Le dedico una sonrisa mostrando mis dientes.

—Fue una de mis mejores noches también —musito sonrojándome. Al mismo tiempo que vuelvo hablar— debes irte, mamá está por llegar.

Hace un puchero.

Es obvio que no se quiere ir, pero a pesar de eso, pone cara de entender y de inmediato se incorpora de la cama y se aproxima a hablar:

—De todos modos ya me iba, tengo cosas muy importantes que hacer— dice, con ironía.

Le dedico un corto vistazo con recelo e intervengo:

—Cosas importantes ¿eh?

Taylor me mira con desagrado y algo de diversión, como si le agradaba y a la vez no mi pregunta.

—Ya lo sabrás.

Si es así, entonces no insisto, aunque es evidente que la curiosidad me corroe.

—Debo irme, nos vemos más tarde.

Asiento y me incorporo de la cama para despedirme de él.

Lo abrazo y le doy un pequeño beso.

Se dirige a la ventana y se marcha, perdiéndose de mi vista.

Al cabo de una hora, mamá ya ha llegado. Todo se encuentra bien, la recibo con muchos besos y abrazos simulando que la extrañé.

Ella de inmediato se pone en lo suyo, a organizar algunas cosas y a desempacar, y pues yo, estoy en mi habitación leyendo un libro para despejar mi mente, un buen rato.

De pronto me llega a la mente las boletas, esas que aún no las tengo y mucho menos el dinero para comprarlas.

Me enojo conmigo misma porque haberlo olvidado por completo, no lo tuve pendiente y ya no tendría tiempo para ahorrar el dinero para comprarlas porque es mucho dinero, y es obvio que papá ni mucho menos mamá me lo darán. Temo que no podré ir.

Final Inesperado © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora