23

505 51 2
                                    


| Capítulo 23 |

Desconocido

Corro tan fuerte que siento que los pies me crujen de dolor, mi estómago amenaza con querer vomitar pero retengo todo. Veo un parque en una esquina y no lo pienso dos veces para detenerme allí, ya que está despejado y eso es lo quiero en este momento, estar donde no haya nadie merodeando.

Me siento en un banco y me desplomo allí.

No puedo contener las lágrimas, ¿cómo es que una mujer puede serle infiel a su pareja en su propia casa? Sin ni siquiera pensar en su hija, en cómo va a sentirse, cómo va a reaccionar ante eso, ¡por Dios!

Es algo que no puedo asimilar. Bien se sabe que los hijos desarrollan acciones, actitudes, virtudes, conocimientos de sus padres, ¿acaso yo tendría el coraje de hacer algo como eso? Ojalá que no, porque no soportaría hacer algo semejante.

Lloro como si fuese una niña, no me importa que estoy en una área pública, lo hago y no me importa que alguien a lo lejos me vea. Lloro por el dolor que esto me causa y lo hago también por papá, porque sé que le dolerá al cien por cien.

Escucho una voz de alguien y me hace estremecer y salir de mi trance. Es una voz varonil que se escucha muy cerca de mí, o quizá demasiado cerca:

—¿Puedo ayudarte en algo? ¿Estás perdida? ¿Necesitas llamar a tus familiares?

Efectivamente, es una voz de un hombre, así que rápidamente me seco las lágrimas con las palmas de mis manos mirando a mis laterales, buscando de dónde proviene la voz. Volteo detrás de mí y ahí está la figura, su rostro está impregnado de preocupación y no puedo evitar sentir vergüenza porque me vea así.

El chico tiene lindos ojos de color carmesí, lleva una camisa blanca de mangas cortas y unos jeans. Su cabellera es negra y su hermoso rostro no pasa desapercibido. No me importa como luce este chico, pero aquello es difícil de disimular cuando es tan atractivo.

Al ver que me quedo viéndolo y no digo nada, vuelve a hablar —; ¿Por qué lloras? Puedo ayudarte en algo si lo requieres —espeta, más preocupado que minutos atrás.

Salgo de mi trance y me limito a hablar, sin embargo, me pesa hacerlo.

—No me pasa nada—, pronuncio aun secándome las lágrimas —ya me iba.

Me paro del asiento y me doy la vuelta para irme, no obstante, el chico me toma de la muñeca con un agarre suave, deteniéndome.

—Estás mintiendo. Es evidente que algo te sucede —dice, con el ceño fruncido. Sin embargo, me mira muy detenidamente, como buscando algo en el iris de mis ojos.

Bruscamente, me le suelto de su agarre y le doy una mirada asesina.

—No me toques. Ya dije que no me pasa nada— chillo.

—Solo quiero ayudarte, ¿vale? —retrocede para que pueda tenerle confianza— te vi llorando y estabas muy mal, por eso vine—, me extiende su mano derecha— Mi nombre es Jayco.

Trato de ser un poco amable y no ser tan grosera, el chico llamado Jayco se nota preocupada la verdad, y en todo caso si veo a alguien llorar como lo hacía yo hace unos minutos, también le ofrecería mi ayuda.

Le sostengo la mano, bajando la guardia.

—Mucho gusto—, musito, sin decirle mi nombre.

Me dedica una sonrisa de boca cerrada.

—¿Puedo invitarte a sentarte un rato más? Creo que después de todo no te ibas, solo te intimidaste cuando llegué —inquiere, con un poco de timidez.

Final Inesperado © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora