Escuela nocturna

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Las complicaciones que se sumaban, hicieron que fuera casi imposible mantener un ritmo normal de clases. Mi hermano continuó en su turno y yo debí comenzar la escuela en el turno vespertino, que estaba reservada para quienes tenían que trabajar o algo les impedía hacerlo en otro horario. Completé los dos últimos años de la primaria en esa escuela para adultos, con muchachos que necesitaban el certificado para poder acceder a un mejor salario y casi todos mayores de edad. Me fue bien, no tuve complicaciones y a lo mejor era porque en un curso de veinte varones solo eramos tres mujeres,— y las otras dos eran hermanas— así que, cuando faltaba una tampoco venía la otra. Los chicos me protegían como si fuera de su familia.

Para el fin de año, los maestros quisieron presentar una obra de teatro, era para recaudar fondos, ya que la escuela para adultos no recibía muchos aportes y los maestros tenían que comprar sus propios útiles para impartir clases. Se eligió una obra dramática de media hora de duración, con un solo acto en la que participarían dos varones y dos mujeres. Para uno de los personajes fui elegida, por ausencia de rivales— en el curso anterior había una chica mayor que yo y en mi curso, las hermanas habían dejado la escuela porque les quedaba lejos y debían volver a la casa pasadas las veintitrés horas. Hice de tripas corazón, como dice el dicho popular y me tragué mi timidez, se tenía confirmada la asistencia de más de cien personas y la escuela lo necesitaba.

Yo debía representar a una mujer de unos cuarenta años, algo deteriorada, con canas y usar un batón, vestido característico del personaje de  ama de casa de los años cincuenta. Como no tenía nada similar, la madre de Dina me ofreció uno, pero tenía que pasar a buscarlo a su casa.

Dina se fue a vivir a Italia a mitad del segundo grado, ya que sus padres fueron a trabajar a Alemania, y ella quedó a cargo de sus abuelos en Roma. Hacía poco que había vuelto al país y no hablaba nada de español, por alguna razón olvidó el idioma, y yo le dibujaba, le hacía señas y cuanta cosa se me ocurría, pero ella no entendía que era lo que le pedía. Se acercaba la hora de la obra y yo seguía sin hacerme entender, hasta que llegó su madre y me dio el preciado atuendo. La obra fue un éxito, el salón estaba lleno y hasta vinieron a presenciarlas autoridades del teatro de la ciudad de La Plata que me ofrecieron estudiar allí y hasta una beca si no podía pagar la instrucción. Era casi un sueño, como lo había sido el ballet y la pintura. Hermosos sueños que se quedaron allí.

Álbum de familia ¡Se va la segunda!Where stories live. Discover now