Difícil elección

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Trabajar de noche te pone el mundo al revés, el hambre aparece a las tres de la mañana; entre las dos  y las cuatro, el sueño pretende adueñarse de todo el cuerpo y, luego de pasar ese vórtice de agotamiento, desaparece por arte de magia y te sentís alerta nuevamente sin el peso ni el letargo de las horas críticas. 

En mi nuevo empleo mejoraron las condiciones de descanso, en lugar de seis noches seguidas trabajaba tres y tenía un franco, claro que si en los sanatorios se atendían nueve  o diez pacientes por sala, aquí el mínimo era de veinte, en sectores como pediatría de treinta y seis y en traumatología cincuenta y dos. En los turnos de día se contaba con dos enfermeros, más una jefa de servicio, que se encargaba de todo lo administrativo, en cambio en el turno de noche había una sola persona para todo fin.

A los meses de entrar a trabajar ya estaba familiarizada con todos los servicios y se me presentaba la disyuntiva de cómo seguir adelante. Siempre me costó desprenderme de las cosas a las que le tengo afecto, pero se me complicaba estar en óptimas condiciones para responder a mis obligaciones en el estudio jurídico y sobre todo los trámites en tribunales, así que debía optar y elegir con cuál de los empleos me quedaría. Me decidí finalmente, porque ya me había pasado cinco veces de la parada del colectivo por quedarme dormida y tener que regresar en otro viaje. Yo amaba el trabajo de secretaria, pero también era consciente de que no pasaría de allí, y en la carrera hospitalaria podría aprender mucho, tratar con personas diversas y sentirme útil. Entonces informé al abogado que tenía que renunciar.

—¿Qué pasó Claudia, algún problema que se pueda solucionar?—me preguntó angustiado.

—No doctor, es que estoy muy cansada, usted sabe que yo lo quiero mucho, pero no puedo cumplir con el trabajo como corresponde.

El cansancio era un argumento irrefutable y no insistió porque me conocía y sabía bien que no había vuelta atrás.

Cuando entendí que mi vida estaba orientada a la salud, también dejé la carrera de abogacía.

—No puede ser—me decía el rector—, con las calificaciones que tenés es una pena. Pensalo mejor, hay tiempo de retomar el tercer año cuando quieras.

Pero mi vida ya había tomado otro rumbo.

Álbum de familia ¡Se va la segunda!Where stories live. Discover now