La novia que llegó tarde

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Los tiempos de las cosas siempre me fueron esquivos. Si durante años sufrí por aquella muñeca de pelo verde, cerca de cumplir los quince años ya no me interesaba por completo ninguna muñeca.

La costumbre de festejar "los 15", puede ser muy bonita cuando se tiene familia para compartir y colaborar con los gastos, pero si todos los involucrados tienen otras preocupaciones mayores la fiesta pasa a segundo plano. Entonces, cuando me consultaron qué regalo me gustaría para mi cumpleaños dije que nada, como era de esperarse. Todos los años para esa fecha —desde que tenía memoria— mi tía Elena llegaba con una torta casera que ella preparaba, ese año no vino y nunca más lo hizo, seguramente pensó que yo era grande y no me importaría, siendo en verdad lo único que extrañé: su torta con olor a vainilla y a cariño. 

El día empezó mal, la tía no llegó y yo estaba encantada con una blusa que otra prima mayor recibió en su fiesta con otros cientos de regalos. Era una blusa de gasa blanca, que parecía la de las princesas campesinas de los libros. Cruzaba los dedos para que mis padres se dieran cuenta, sin querer pedírselos. Al volver del colegio, papá con una cara de gran alegría y emoción me extendió un paquete. Rompí el envoltorio apurada y traté de no mostrar mi desilusión al encontrar una muñeca vestida de novia. Era bonita, y yo que me sentía muy mala, porque tenía ganas de rebolearla de una patada.

—¿Te gusta hija?

—¡Sí papá me encanta!, gracias.—¿Qué le iba a decir?, para él siempre sería una nena.

—¿Enserio te gustó?—preguntó mamá cuando estuvimos solas—yo pensé que preferirías una blusa, pero tu papá creyó que te gustaría más la muñeca.

—¡Sí mamá me encanta!—no fuera a decirle la verdad a papá, se quedaría muy triste.



Álbum de familia ¡Se va la segunda!Where stories live. Discover now