Lucca

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En las siguientes tres semanas de nacido de Lucca nuestras vidas se han convertido en una montaña rusa de la muerte. Altos y bajos, giros sin descanso, luego un par de días estables que no dejan acostumbrarnos a la tranquilidad cuando todo comienza desde el principio. Una y otra vez, como un ciclo infinito.

Mi bebé lucha por su vida cada día. Debido a su nacimiento prematuro tiene problemas respiratorios. Los doctores han tratado de quitarle el soporte de oxígeno desde la primera semana para corroborar si puede respirar por sí sólo y así poderlo sacar de la incubadora. Como el luchador que es se mantiene un par de horas sin el respirador pero luego se olvida que tiene que respirar y la máquina a la que están conectadas sus funciones comienza a emitir el ruido que ningún padre debería escuchar en la vida.

 Como el luchador que es se mantiene un par de horas sin el respirador pero luego se olvida que tiene que respirar y la máquina a la que están conectadas sus funciones comienza a emitir el ruido que ningún padre debería escuchar en la vida

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La primera vez que sucedió estaba a su lado y estuve a punto de perder la razón. Desde que lo vi por primera vez no me he despegado un segundo de él más que para ir al baño o alguna revisión de rutina, del resto nos hemos mantenido aquí, tanto Massimo como yo día y noche, aferrados a su pequeña mano y resando por su salud. De no ser por mi nuevo corazón hace muchos meses habría dejado de vivir y si por alguna razón aun funcionaba, luego del nacimiento de Lucca habría muerto de miedo y ansiedad. Que una enfermera te empuje cada día, arrebatandote del lado de tu bebé porque ha dejado de respirar es el acto más infame que puede existir. La primera vez nos morimos de miedo, la segunda nos dolió en el alma pero una vez nos fue explicado que era una cosa normal en niños prematuros presentar apneas y nos sentimos menos ansiosos pero no menos aterrados.

Mi cuerpo se ha recuperado del todo después de los días que pase en coma. No han habido secuelas de lo sucedido en mis habilidades motoras ni cognitivas. Mis pechos están que explotan. Se ha vuelto una rutina el  tirarme leche para que sea suministrada a mi pequeño conejito desde un tubo que está conectado directo a su estómago. Aún no he podido sostenerlo en mis brazos y eso me parte el alma cada que lo escucho llorar o quejarse. Su llanto es como pequeños lamentos de gatitos recién nacidos, gorgojeos celestiales y a la vez desgarradores porque no puedo consolarlo más que acariciarle su pequeña mano. Es increíble como se ha despertado en mi el instinto maternal, tanto que entre todos los bebés que están aquí ya puedo distinguir el llanto de Lucca incluso por encima de todo el ruido clínico que hay.

-Cariño, es hora de irnos, debes comer algo.- me sobresalto con la caricia de Massimo que me despierta. Inconscientemente me he quedado dormida apoyada en la cúpula de cristal. Sus ojos son cálidos cuando me mira pero torturados, ausentes, llenos de preocupaciones y culpas. El recuerdo de nuestra discusión monumental por la ansiedad del tercer ataque de apnea de Lucca hace un par de días regresa a mi con un escalofrío.

Todo esto es tu culpa!- estoy escupiendo por encima del llanto. Black se tambalea en la entrada de la sala de espera clínica y pulcra. -¡es tú maldita culpa!

-Laura...- la voz se le quiebra. Sus manos permanecen extendidas buscando sostenerme, consolarme pero me niego a acercarme. Gruesas lágrimas se acumulan en sus ojos verdes, suplicando también por ser sostenido, por ser consolado pero yo tengo un dolor taladrante en el alma que me esta haciendo perder la razón. Me parecía que alguien acababa de arrancarme el corazón al apartarme de él en el momento que más me necesitaba. Las olas de llanto que me inundan me bloquean la respiración.

365 días de vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora