Estocada Final

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Sebastian maneja en silencio hasta el aeropuerto de Reggio Calabria. Las carreteras son empedradas y parece que estamos tomando atajos o transitando vías no circuladas porque no he visto ningún tipo de autos que no fueran los nuestros. Estoy muda, en shock y temblando por el miedo remanente en mi cuerpo. No tengo el valor de preguntar dónde está Fabián, mi seguridad personal después de mi huida porque sé que no me gustará la respuesta. Por primera vez en la vida desde que estoy con Massimo me siento en peligro, perseguida, en la mira de alguien y sólo puedo pensar en Lucca y en que he sido una idiota al venir aquí.

Black grita al teléfono, despotrica, insulta, puedo sentir la tensión en él. Me abrazo, acurrucándome en el asiento queriendo que el mundo me trague. ¿Cómo podía verlo a los ojos luego de ésto? si llegaba un par de minutos antes la imagen que hubiese encontrado en la habitación le hubiese partido el alma casi como a mi cuando lo confundí con Adriano esa vez en la biblioteca, sólo que esta vez no era una confusión y si era yo la que estaba debajo de otro hombre.

Llegamos a la pista de aterrizaje. Hay una avioneta esperándonos, lista para despegar al sólo sentarnos y colocarnos los cinturones. Massimo aún no me habla, ni siquiera me mira y sigue pegado al celular. Su indiferencia me lastima pero la merezco.

Domenico me mira de reojo. No me salen las palabras para preguntarle cómo llegaron a mi o como supieron que estaba en Calabria y prefiero no echar mas leña al fuego ya que no se atreve a dirigirme el habla ante la sombra de su hermano. También está ansioso, lo veo en su cara.

-¿Dónde está Lucca?- casi no escucho mi propria voz pero es lo único que puedo pronunciar luego de quien sabe cuanto tiempo.

-Con Olga y María. Nos están esperando en casa. Tendrás una hora para empacar lo necesario antes de que estén volando a Varsovia. Ellas irán contigo.- me responde mi cuñado. El estomago sube a mi garganta cuando despegamos. Aún odio volar y mucho más avionetas que viajan tan bajo ya que sientes cada corriente de aire y todo el ruido. El vuelo dura menos de lo que espero para mi alivio. La noche está más oscura de lo normal o es producto de mi imaginación que me siento envuelta en un aire pesado y oscuro, un aire de muerte. Me siento abrumada gracias al miedo causado por toda la situación que se ha desencadenado.

-Entra- me ordena Massimo, abriendo la puerta del copiloto y dignándose a hablar. Me abrazo y me siento en silencio. Estamos de camino a casa solos él y yo en uno de los Suvs. Domenico ha decidido viajar en otro auto y no lo culpo ya que casi no se puede respirar de la tensión entre nosotros.

-¿Tú que harás?- pronuncio en voz baja, encogiéndome como niña pequeña que está esperando el regaño monumental de sus padres. Él toma un respiro, sin quitar los ojos de la carretera. Su mandíbula está tensa.

-Tengo que resolver tu metida de pata.- Tenía muchísimo tiempo sin verlo así de molesto conmigo. Había dejado de probar sus limites hacía mucho pero ésta vez había cruzado la raya, la linea roja y el cartel de Peligro.

-Si no vienes con nosotros no me subiré a ese avión, Massimo.- mi corazón está galopando cuando reduce la velocidad y se detiene en medio de la nada para verme a los ojos por primera vez después que salimos de casa de los Gattuso. Respira, sus ojos están oscuros y vacíos a la luz del tablero del auto cuando me encara. Quien sabe que cosa está pasando por su cabeza en éste preciso momento.

-Laura, no es una opción. Es una orden.- la irritación aparece en su cara. De ser capaz podría haberme matado por la frustración que emanaba su cuerpo.

-No soy otro de tus empleados para que me des órdenes, Massimo. ¡Soy tu esposa!- grito, llena de impotencia. Veo las luces de los autos que nos siguen detenerse y los frenos chirrean en la arena pero él parece no percatarse.

365 días de vida.Where stories live. Discover now