Epílogo

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Seis años después

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Seis años después...

Suspiré y torcí mi cuello, con suerte era el último documento que firmaría aquél día. Después de repetir mi firma aproximadamente unas setenta veces estaba considerando en modificarla, hacer un garabato o cualquier cosa que fuera más rápida y práctica, cualquier cosa menos mi nombre completo. Eché un vistazo a la computadora cuando sonó con un correo electrónico en la bandeja de entrada de Gmail. Provenía de Washington y me informaba que el edificio aguardaba mi llegada y los trabajadores ya habían comenzado con labores simples pero esperaban mi llegada para comenzar, adjunto había fotografías de mi futura oficina, Diane, la diseñadora de interiores que había contratado, había hecho un buen trabajo con las únicas dos cosas que le dije "moderno y urbano".

Repasé con la mirada la oficina actual en la que me encontraba, hace unos años había asumido el directorio de la compañía que era de mi padre. Aquellos asuntos que tuve con la justicia se resolvieron, no fui a presión, se me practicó una evaluación psicológica en dónde se quedó en claro que estaba muy mal emocionalmente, que todo lo sucedido me había dejado mal. Fui condenado a servicio comunitario durante un año y a tratamiento psicológico. Curiosamente aquella condena me ayudó mucho, no se trataba solo de limpiar los parques o las sociedades barriales, también se trataba de ayudar en comedores, ir por los suburbios ayudando a las organizaciones a repartir bolsas de alimentos a los más necesitados. Aquello me hizo estar en contacto con gente que estaba muy mal, que no tenían para comer, o dónde dormir. Aquello me hizo estar activo y no pensar tanto. Podía ver a mi hija todos los días, ella vivía con su abuelo, el estado no me dio su tenencia hasta que cumplí con la justicia. Sin embargo nunca me aparté de ella y varias veces me quedé dormido en el sofá del departamento del papá de Alexia. Curiosamente nos llevábamos bien y me ayudó bastante.

Después de aquél año, mi hija quedó bajo mi cuidado y él, desapareció, de vez en cuando lo vemos, una o dos veces al año. Más nunca dejó de enviarle obsequios para navidad, siempre llegaban dos para el veintiuno de diciembre con una nota que decía "dáselo uno en navidad y el otro en año nuevo". Sabía que su vida ahora era complicada, pues siguió el camino de su hija: destruir criminales por cuenta propia.

En cuanto a mis amigos, YoonGi y Nam, lograron salir del país, pues YoonGi tenías cargos por saqueo en la base de datos y vender información confidencial, y Nam...tenía más cargos de obstrucción a la justicia por diferentes casos que yo. En cuanto a Jin, según contó Nam, él había desaparecido al día siguiente de que yo me fui. No supimos más de él. La sabandija que estaba con mi hermana quedó en prisión y va a estar allí por un buen tiempo.

En cuanto a mí, me hice cargo de la empresa que era de mi padre, prosperó a tal punto que abrimos otra en Washington. Corea del Sur ya no era mi lugar, este lugar ya no era mío, pertenecía a un JungKook que ya no era y quedarme aquí, era no avanzar. Hacía tiempo que me habían dado el alta en cuanto a mis problemas emocionales, ya no tomaba medicinas, ni vivía solo y encerrado. Ahora dirigía una empresa, asistía a fiestas de etiqueta y todas las navidades y fines de años, me iba a un restaurante con mi hija a festejar junto a trabajadores de la empresa que también estén solos o sean pocos, llevaban a sus hijos y así pasábamos un momento muy bueno.

Bajo Llave | Jeon JungkookWhere stories live. Discover now