2 - En medio de la ruta

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La música resonaba por los parlantes a un nivel que impedía cualquier conversación amena. La gente se reunía en pequeños grupos mientras bailaba al ritmo de la letra y bebía de sus vasos. Unos pocos se agrupaban en la barra a la espera de más bebida y otros caminaban hacia la puerta que daba al exterior. Aún no hacía mucho calor, pero allí dentro la temperatura incrementaba considerablemente. Las luces titilando dificultaban la visión y el humo que salía cada tanto, impedía distinguir los rostros.

Tadeo se movía al ritmo de la canción y tomaba pequeños sorbos de su vaso de gin tonic. Se sentía un poco desconectado de ese mundo. Hacía tanto tiempo que no salía que hasta había perdido el gusto a aquel ambiente.

Su vista hizo un paseo por las personas más cercanas y se detuvo en una chica rubia que se había acercado a hablar con otras tres. Sin darse cuenta, se congeló observándola. Ella sonreía mientras hablaba y jugaba con su cabello mientras escuchaba a una de las que parecían ser sus amigas. Sin querer, Tadeo sonrió también. Los ojos de la joven se cruzaron un segundo con los de él y se obligó a seguir mirándola. Si volvía a mirar y se detenía en sus ojos, quizás se animaba a caminar hacia ella. Quizás. Solo quizás.

—Vamos afuera —le gritó su amigo al oido mientras guardaba su celular en el bolsillo.

—¿Ahora? —preguntó él sin dejar de mirar a la rubia que había vuelto a posar sus ojos en su dirección.

—Si. Necesito aire fresco, vamos —dijo sin esperar respuesta y empezando a caminar.

Tadeo le sonrió a la chica y siguió los pasos de Pablo. De todas formas, esa noche no estaba en condiciones de tener éxito. Sus planes del día siguiente impedirían cualquier avance. Y tampoco sabía cuántas ganas tenía de aquello... Hacía tanto que no conectaba con alguien.

Avanzaron con dificultad entre el amontonamiento de gente, pidiendo permiso y recibiendo algunos empujones. Finalmente, lograron llegar a la puerta que daba al patio. No había tanta gente como adentro y la música estaba en un volumen mucho más bajo. Había algunos asientos ocupados y otras personas paradas hablando.

Vieron a sus dos amigos sentados en uno de los extremos y se acercaron a ellos.

—¿Qué pasó? —preguntó uno de ellos.

—Pablo necesitaba aire. Se ve que la vejez ya le impide respirar —le dijo Tadeo sentándose a su lado.

—¿Qué vejez? Eso es por el cigarrillo. Te va a matar enano.

—Si no me mata antes mi novia.

Los otros tres largaron una carcajada. La chica lo tenía a tras perder y hacía mucho que todos le habían aconsejado un punto final. No lo veían feliz, pero él se negaba a accionar.

—¿Qué quiere ahora mi amiga Luci?

—Ir temprano al campo —bufó él.

—Mala idea —opinó Tadeo—. Muy mala idea por todo lo que has tomado.

Rieron, incluso Pablo.

—Igual tú no hables mucho que mañana trabajas —le dijo Marcos.

—Ni me lo recuerdes que no sé como haré para levantarme —dijo el castaño observando su vaso de gin tonic—. Terminalo, ya me han dado culpa —rió mientras le pasaba el vaso a Pablo.

—No me sigas embriagando.

Al final, Marcos terminó aceptando el vaso mientras Felipe lo miraba con preocupación. Hasta ahí había llegado el acuerdo de tomar menos. Definitivamente, su hermano nunca podría ser el conductor designado en las salidas.

Una parada en Colonia BasiliaWhere stories live. Discover now