13 - Con pasados que son ruinas

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Olivia observó a Tadeo hasta que desapareció por la puerta principal del comedor. Y en ese entonces, sintió un impulso muy grande de ir tras él para saldar el beso pendiente de la noche anterior. Ese beso no dado le había robado el sueño y temía que quedara doliendo en su mente por mucho tiempo más. Pero no podía, ir tras él era una locura... No era propio de ella hacer esas cosas. Aunque su cuerpo y su corazón empujaban hacia la puerta.

Había odiado tanto la interrupción de su auto que hasta había deseado haber ido en bicicleta. Aunque seguramente, si iba en eso, no hubiera llegado hasta el comedor para verlo.

—Oli, la mesa diez. —La voz de Igor la sacó del bloqueo y la alejó un poco de la tristeza. Debía seguir trabajando.

Cuando regresó con la lista de lo que había pedido la familia, se tomó unos minutos para mirar a Igor con atención.

—¿Se puede saber qué te sucede? —le preguntó con un poco de coraje.

—¿A mi? ¿Por qué?

Ella rodó los ojos. Era obvio que se estaba haciendo el desentendido. Desde que Tadeo había ingresado al comedor, su rostro se había vuelto serio al igual que su voz. Y la cantidad de comentarios fuera de lugar que había hecho, resaltaron.

—¿Tienes algún problema con el camionero? Algo que no me haya enterado...

Rió forzosamente.

—Me molesta que no te des cuenta, solo eso.

—¿Qué no me dé cuenta de qué? —le preguntó sorprendida.

—Por como lo miras parece que estás embobada con él... ¿Y sabes como suelen ser los camioneros no? Como los marineros, un amor en cada puerto.

Olivia quedó sin palabras. ¿En serio era tan obvio que le gustaba? ¿Y en serio era tan obvio que todos los camioneros eran asi? Porque definitivamente, Tadeo no parecía ser esa clase de jóvenes... Aunque no lo conocía.

No entendía por qué tenía esa sensación de querer defenderlo como si lo conociera desde siempre.

Para su suerte, llegó el pedido de la mesa tres y eso le dio tiempo a darle una respuesta a Igor. Porque no sabía que decir.

—¿Y tu lo conoces? —le preguntó cuando regresó.

—¿Al chico ese? No —volvió a reír—. Pero si a muchos otros que han venido a comer aquí y hemos hablado.

—Entonces estás suponiendo.

—¿Por qué lo defiendes?

—No lo defiendo. Solo que sabes que no me gusta que hablen asi de las personas sin conocerlas.

—Solo no quiero que te ilusiones sin razón —le dijo cambiando el tono de voz.

—No me estoy ilusionando.

—Si tu lo dices...

—Igor, no necesito que nadie me cuide. ¿Si? Sé lo que hago.

Él suspiró.

—Me es inevitable. ¿Tengo que disculparme por eso? No quiero verte como la ultima vez. ¿La recuerdas? Nunca te había visto tan pendiente de tu celular y tan triste como esa vez.

Olivia lo recordaba, era imposible olvidarlo. Aunque al principio lo había intentado con todas sus fuerzas, hasta que había entendido que formaría parte de su vida para siempre.

Había sido ese verano en el que se había enamorado del guardavidas Santiago. Nunca había tenido otro amor que no sea Igor, tampoco muchas posibilidades para conocer gente en el pueblo; antes no era tan turístico como en ese momento. Cuando conoció a Santiago, se ilusionó como nunca antes. Era muy guapo, divertido, despreocupado e interesante. Haber coincidido en sentimiento la había llevado a vivir una historia de amor apasionante; lo recordaba como una película donde todos sus sentimientos habían llegado a un nivel que no había conocido antes. Aunque solo había durado cinco meses, lo que duraba la temporada de verano en el balneario.

Una parada en Colonia BasiliaWhere stories live. Discover now