Epílogo

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—¿Has pensado en la idea de...?

Tadeo se frenó antes de terminar la frase. Habían hablado antes del tema, pero nunca había tenido tal importancia para él como la que tenía en ese momento. Nunca lo había pensado tanto como en los últimos meses... Y la respuesta significaría demasiado.

—Dime —le pidió ella tomando su mano.

Él sonrió por aquel pequeño gesto. Miró su mano y observó el anillo que llevaba allí hacía casi un año. Se sorprendió al pensarlo. Soñaron tanto con aquel momento, con esa pequeña ceremonia en la playa en la que se prometieron amor eterno y lo inmortalizaron en aquellas fotos, en los anillos y en algún rincón de su corazón.

El tiempo pasaba muy rápido.

Pronto se cumplirían dos años desde que Olivia había regresado y Colonia Basilia había empezado con sus cambios. Fue un impacto grande para los habitantes del pueblo. La inversión que había hecho Kerem había atraído a muchos turistas y de pronto, la tranquilidad se había visto amenazada.

Por suerte, la mayoría de los que llegaban al pueblo, tenían como objetivo ir a la isla, donde se habían hecho la mayoría de las modificaciones. Aunque en el camino principal se habían instalado algunos pequeños alojamientos, pero durante el día su destino era cruzar el río.

En esos momentos, los turistas estaban durante todo el año. Y si bien el hecho había comenzado a ser una posible amenaza, los lugareños lograron aceptar su presencia y verle el lado positivo. Quienes tenían ventas de objetos, aprovechaban la visita. Lo mismo quienes realizaban comidas o los que tenían bares.

Con el paso del tiempo, el presente encontró su armonía.

—¿Me dejarás con la intriga? —Olivia hizo puchero.

—¿Has pensado en la idea de ser padres?

A Olivia aquella pregunta la tomó por sorpresa. No porque no lo hubiera pensado, sino porque en ese último tiempo la idea la había estado visitando con mayor frecuencia que en cualquier otro momento.

Lo cierto era que se lo había planteado muy en serio.

Ahora su vida estaba estable. Su sueño había echado a volar y casi lo veía como un adolescente desplegando sus alas. La llenaba de felicidad y se sentía completa.

Y cuando miraba a Tadeo, habiendo encontrado la forma de unir como rompecabezas todo lo que amaba hacer, sabía que también se sentía completo. Lo notaba cuando lo veía disfrutar de ser guía turístico en Colonia Basilia y de acompañarla cada vez que podía en los viajes hacia los diferentes Cafés que tenía en otros países. Lo notaba cuando volvía de un largo día con una sonrisa que lo decía todo.

Estaban completos. Los dos habían logrado de alguna forma encaminar su rumbo tomados de la mano. Y eso le generaba seguridad, se sentía formando un hogar.

Con el paso del tiempo, cada vez se sorprendía mas observando con una ternura especial a los niños que se cruzaba en su camino, a los bebés de las personas que entraban a alguno de sus Cafés, y sobre todo, adoraba en demasía los momentos que pasaba con Franco. Hacía dos años que había llegado a sus vidas el pequeñín de Igor y Romina, y cada vez que podía compartir tiempo con él, se sentía renovada.

Amaba jugar con él, adoraba su risa y se moría de amor cada vez que le decía tía. Y su deseo terminaba por conquistarla cuando veía a Tadeo jugando con él.

Si, la pregunta la tomó por sorpresa porque se correspondía enteramente con su sentir.

—He estado pensando nombres —admitió.

Una parada en Colonia BasiliaWhere stories live. Discover now