21 - Abriendo las puertas al futuro

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El día anterior resultó ser un encuentro directo con su pasado y sus decisiones. Volver a ver a Santiago después de dos años y ver que su vida seguía muy igual a aquel entonces, hizo que se replantee muchas cosas. ¿Qué estaba haciendo? ¿Estaba dejando pasar los años sin hacer nada por miedo?

Aquellas preguntas habían rondado en su cabeza todo el día y la habían presionado tanto, que finalmente había tomado la decisión.

Despertarse así, con un panorama diferente, sabiendo lo que venía por delante, además de miedo, la hacía sentir viva. Porque por primera vez, sentía que estaba tomando las riendas de su vida.

El correo de aceptación ya estaba enviado. Lo había programado la noche anterior para no tener siquiera la oportunidad de arrepentirse... Lo que no sabía era cuando se lo comunicaría a su familia y a sus amigos.

Esa tarde, después de una jornada de trabajo bastante tranquila, decidió ir al cementerio. Si había alguien que la entendería en el cúmulo de nervios, dudas y ansiedad que sentía, era Marta. Ella siempre había estado ahí para escucharla y aconsejarla. La había entendido como nadie y en esos momentos le hubiera encantado que estuviera ahí.

Compró unas flores a la familia que vivía a una cuadra, que siempre tenían a disposición para vender, y avanzó hacia la puerta de entrada. Hacía mucho que no iba. Le costaba hacerse a la idea de que Marta estaba allí y no en el comedor junto a Waldo. Esperaba que con el tiempo esa sensación disminuyera... Aunque lo veía complicado.

Llegó hasta el lugar donde estaba su placa. Había flores blancas, sus favoritas. Waldo solía ir seguido a cambiarlas por unas nuevas para que su rinconcito estuviera siempre radiante.

Con cuidado, añadió las pequeñas flores rosas que había comprado y se quedó observando su foto. Se la veía tan radiante.

—¿Qué me dirías si estuvieras acá? Que luche por mis sueños, ¿no? Entonces... ¿Por qué me asusta tanto? ¿Por qué siento que no lo lograré?

Suspiró.

—Si... Supongo que las cosas hay que hacerlas aún con miedo. Pero me asusta tanto no poder. Quisiera que me mandes un poco de fuerzas, estés donde estés. Será difícil abandonar el pueblo.

Abandonar el pueblo. Esas palabras la golpearon fuerte desde adentro. Sabía que no podría hacerlo. Que nunca podría irse por completo de allí. Volvería cada vez que pudiera, incluso se veía cumpliendo su sueño allí.

Capaz tenía que verlo de ese modo. Como una breve despedida para una permanencia más segura en el futuro. Deseaba lograrlo. En verdad deseaba regresar tiempo después con mucha experiencia y una base para poder poner su propio lugar en la isla.

Pensar en eso hizo que su corazón comenzara a aletear de ilusión. Fue inevitable que una sonrisa apareciera. Y entonces lo entendió. Si el solo hecho de pensarlo generaba tanto en su interior, merecía la pena luchar por hacerlo realidad. Se lo debía a ella misma. Tenía que dejar de postergarse y empezar a escucharse.

Se despidió de Marta prometiendo ir más seguido a visitarla, aunque la tenía siempre presente en su vida.

De camino a su casa, le envió un mensaje a Tadeo. Se habían saludado en la mañana al despertar y luego no habían intercambiado más palabras. Por alguna razón, sintió que debía ser el primero en saberlo.

"Es un hecho, iré a Valedai y seré cocinera profesional."

***

En su casa, su madre la esperaba con comida casera y jugo de naranja recién exprimido. Decidió compartir con ella el resto de la tarde entre charlas y risas.

Una parada en Colonia BasiliaМесто, где живут истории. Откройте их для себя