17 - Y confesiones que conectan

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Olivia despertó un tanto desorientada hasta que logró reordenar los hechos del día anterior. Estaba en casa de Tadeo, con Tadeo, en Valedai. Suspiró y una sonrisa se dibujó sin que pudiera controlarlo.

La noche anterior habían cenado en el living mientras miraban una película que habían elegido mientras esperaban a que llegara la comida. Por suerte, se habían puesto de acuerdo rápido. Olivia amaba las películas antiguas en blanco y negro, y Tadeo no tenía desagrado hacia ellas, así que aceptó. Aun así, apenas había logrado llegar despierto al final. El viaje lo había agotado así que se había ido a dormir temprano. Le había dicho a Oli que si quería podía pedir helado, cuyo número también estaba en la heladera.

—Te dejo la cuenta de Netflix abierta —le había dicho antes de despedirse para ir a dormir.

Pero Oli prefirió lavar las cosas que habían ocupado y acostarse a descansar. La madrugada nunca había sido su fuerte, el sueño solía atacarla pasadas las doce sin que pudiera huir de ello.

Para su suerte, se había dormido rápido y había descansado bien a pesar de estar en cama ajena. Eso siempre había significado un problema, más cuando había vivido allí años atrás.

No había logrado acostumbrarse al colchón ni a la almohada. Aunque después de unos meses, había traído consigo la almohada de Colonia Basilia, pero ni eso sirvió para ahuyentar las ganas de huir de allí.

Esta vez tuvo suerte. Tal vez algo había cambiado, aunque fuera algo pequeño como el hecho de poder dormir tranquila.

La casa parecía estar en silencio, así que se permitió quedarse un rato más en la cama antes de levantarse. En el silencio de la habitación, logró captar los ruidos del exterior... Los sonidos de la gran ciudad. En ningún momento antes de dormirse se habían pausado, y al despertar, parecían seguir allí; incluso haber aumentado su potencia. Motores de vehículos, voces de personas que pasaban por la acera, sirenas de ambulancia y policía, ladridos de perros... Afuera el mundo estaba viviendo.

A pesar de ser tan ajeno a su realidad, se encontró haciendo una reflexión bastante diferente a la que había hecho años atrás. Tal vez dejaba de ser molesto si lograba verlo como una compañía a la distancia, como una especie de recordatorio de que todo seguía latiendo sin importar las circunstancias.

Un leve golpe en la puerta la alejó de sus pensamientos.

—Oli, ¿estás despierta? —su voz sonaba a que recién se había despertado... Y sonaba tan linda.

Oli se incorporó desperezándose y se puso de pie para ir a abrirle.

—Buen día —le dijo media dormida.

Él la miró en silencio y le sonrió.

—Buen día. ¿Has dormido bien?

Ella asintió.

—Muy bien. ¿Y tu?

—También. Estoy como nuevo. Listo para llevarte a conocer la gran Valedai.

—Creo que primero necesito un buen desayuno.

—A eso venía. ¿Te gustan las tostadas?

—¿Con dulce? Si.

Mientras Olivia se cambiaba, Tadeo se encargó de hacer el desayuno. Cuando ella llegó al comedor, estaba todo preparado. Dos tazas de café acompañadas con un vaso de naranja cada una y una fuente llena de tostadas para comer con dulce.

—La cocina no es mi fuerte, pero espero que te guste.

Oli no pudo hacer mas que sonreír.

Mientras desayunaban en silencio, le fue imposible ignorar el hecho de que su interior estaba un poco alborotado de emociones que hacía mucho tiempo no sentía. Cada tanto, miraba a Tadeo distraído en su tostada, y sonreía. Definitivamente, haber coincidido con él aquella mañana había sido un golpe de buena suerte. Y también haber decidido ayudarlo cuando se había sentido perdido en su pueblo.

Una parada en Colonia BasiliaWhere stories live. Discover now