26 - El quiebre del presente

47 8 0
                                    

Fue una noche difícil para Olivia. Le costó conciliar el sueño entre tantas lágrimas y pensamientos que la atacaron desde que se encontró en la soledad de su nueva habitación.

Por momentos, comenzaba a arrepentirse de todo. De haberse dejado llevar, de haber incluido a Tadeo en su vida, de haberse mudado, de haber ido tras su sueño. Y por otros momentos, se daba cuenta que era una idiotez arrepentirse de haber vivido momentos tan lindos y mucho más, de haberse animado a ir tras lo que amaba. No podía ser que una simple situación la hiciera tambalear tanto... Pero lo hacía. Y se odiaba por ello.

Iba y volvía sobre los mismos pensamientos, incansablemente. Hasta que al final, a altas horas de la madrugada, logró dormirse con la cara húmeda y los ojos hinchados.

También fue una noche difícil para Tadeo. Aunque él no se arrepentía de nada. Ni de la decisión que había tomado, ni de Olivia, ni de todo lo que podía pasar a futuro. Lo único que le dolía era la reacción que había tenido ella. Sabía que debía ser duro aceptar la distancia si es que tenía sentimientos por él, pero no podría aceptar que por ese simple hecho su vínculo se perdiera.

No quería pensar a futuro, pero si Olivia decidía alejarse por aquella decisión, sentiría mucha desilusión. Más que todo, porque él esperaba que lo apoyara en eso, no que lo abandonara.

Pensó demasiadas cosas hasta que se dio cuenta que estaba suponiendo hechos que hasta el momento no eran ciertos. Lo único cierto era que a Olivia no le había caído bien la noticia y que por el momento, el silencio invadía su relación.

Se durmió deseando que al día siguiente todo fuera diferente. Rogando que todo cambiara.

***

Olivia apagó las tres alarmas que solía poner por las mañanas y continuó durmiendo para huir del presente que tanto le dolía.

Logró despertarse recién cuando Patricia entró a su cuarto hablando fuerte.

—Dale, Oli. Levántate que quiero almorzar.

—No quiero cocinar —le dijo tapándose la cabeza con la sabana.

—¿Otra vez comeremos comida comprada?

—Si. Es eso o nada.

Pato suspiró y se sentó al borde de la cama.

—Me preocupas. ¿Qué ha pasado?

—No quiero hablar.

—Bueno. Iré a comprar comida a una rotisería que vi acá cerca. A ver si hay algo más saludable que pizza y hamburguesas. Tú levántate —le dijo mientras abría la ventana de par en par para que entrara la luz solar.

—No quiero.

—Pues comida a la cama no te voy a traer. Así que levántate.

Salió de la habitación dejando la puerta abierta. A los pocos minutos, escuchó que empezó a sonar una canción bastante movida a un volumen considerable. Y al instante, la puerta del frente se cerró.

Olivia suspiró mientras se incorporaba. Pasó las manos por su cabello intentando desenredarlo y sintió pesadez en la cabeza. Haber llorado tanto no había sido algo bueno.

Con las pocas fuerzas que sentía en su interior, fue al baño y odió el reflejo que le devolvía el espejo. Tenía los ojos rojos, hinchados, y su rostro demostraba la tristeza que la invadía.

Se lavó la cara y sin cambiarse el pijama, fue hacia el comedor para bajarle el volumen a la música.

Puso el mantel, sacó dos platos con sus cubiertos y vasos y se sentó en su lugar.

Una parada en Colonia BasiliaWhere stories live. Discover now