23 - Y de las nuevas oportunidades

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Tadeo se subió al bus que lo llevaría directo hacia Colonia Basilia y conectó los auriculares para relajarse mirando por la ventanilla. Pero la relajación duró unos pocos minutos. No habían avanzado mucho, cuando una notificación lo sacó de su estado.

Era la llegada de un mail, cuyo remitente no le resultaba conocido. De manera automática, eliminó la notificación para ocuparse más tarde de leer de que trataba.

Llegó a la estación del pueblo cuando el sol aún iluminaba el lugar. Antes de dirigirse a casa de Olivia, donde pasaría la noche, pasó a saludar a Waldo. En aquel horario, era él el encargado de atender el comedor, pero cuando ingresó se dio cuenta de que eso había cambiado.

Tras la barra, había una jovencita que, según su poder de percepción, recién debía estar por terminar la escuela.

—Buenas tardes, ¿Waldo?

—Buenas tardes, bienvenido a Colonia Basilia —le dijo con exagerado entusiasmo—. Está en el depósito, ¿quiere que lo llame?

Al tratarlo de usted, Tadeo confirmó que era una adolescente.

—Esperaré aquí, no hay problema.

—¿Quieres la carta?

Tadeo negó y justo en ese momento apareció el viejito del otro lado de la puerta. Apenas lo vio, una sonrisa iluminó su rostro y se acercó para abrazarlo. Definitivamente, se había ganado todo su cariño.

Después de hablar un rato sobre los últimos acontecimientos, le preguntó si se quedaría allí.

—Esta vez me quedaré en casa de Olivia, pero el lunes y martes quizás si pase la noche aquí.

—Siempre serás bienvenido, ya te lo he dicho. Olivia me ha contado que irá a Valedai a estudiar cocina. Tú la has motivado, ¿cierto?

Tadeo rio.

—Solo he influido un poco en su decisión. Espero no haber hecho mal.

—Para nada, muchacho. La chica tiene talento, era hora de que alguien le diera una oportunidad.

Salió del comedor cuando el sol comenzaba su recorrido hacia el horizonte. Era difícil hacer que los encuentros con Waldo fueran breves.

Estoy en camino hacia tu casa.

Le escribió mientras avanzaba por las calles del pueblo. De pronto, recordó la primera vez que había caminado por allí y se sintió en un ambiente más familiar. Por alguna razón, caminar por esas calles le transmitía cierto clima hogareño.

Se permitió sonreír mientras doblaba hacia la calle de tierra que llevaba a la casa de Olivia.

Apenas se acercó al portón principal, los dos labradores y el salchicha llegaron a su encuentro. Él los saludó con un poco de temor. No los conocía mucho y se veían un poco intimidantes. Y el salchicha no se quedaba atrás con sus ladridos.

—No me digas que te asustan —le dijo Olivia a lo lejos.

Cuando Tadeo levantó la vista y se encontró con su mirada, no pudo hacer más que sonreír. De pronto, parecía que todo el viaje que había iniciado hacía un mes, había llegado a su fin. Justo ahí, en ese instante. Sentía como si hubiera llegado a casa.

—Me presento. Soy el dueño de la casa que usted alquilará. He traído el contrato —le dijo con humor mientras ella abría el portón.

—¿Ya está redactado?

—Listo para firmar.

Olivia lo observaba como esperando algo, pero él seguía en el puesto de propietario.

Una parada en Colonia BasiliaWhere stories live. Discover now