16 - Un sentir desafiante

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Olivia se acostó al lado de Tadeo y su corazón se disparó. Pero con el correr de los minutos y de la charla, empezó a encontrar paz en el instante. De repente, sintió una conexión muy fuerte estando allí a su lado, hablando cada vez más bajito mientras sus brazos se rozaban. Y cuando Tadeo se durmió, la paz la abrazó por completo.

Sabía que lo correcto sería levantarse con cuidado y regresar al auto para ir rumbo a su casa, para dormir en su cama y no allí. Pero estaba tan bien a su lado, que decidió aprovechar un rato más de ese pequeño rincón de paz. Y los minutos pasaron, y el sueño la abrazó por completo, casi sin darse cuenta.

Cuando abrió los ojos, se encontró con la habitación iluminada y la cama vacía. Observó el lugar y se dio cuenta que las cosas de Tadeo no estaban. Como si le hubieran inyectado una dosis de energía, se incorporó, buscó su cartera y salió de la habitación rumbo al comedor. Casi corrió por el pasillo e ingresó al depósito para luego llegar al lugar donde estaban las mesas. Se sentía un aroma delicioso, pero no había personas presentes. Y eso le generó preocupación.

Lo único en lo que podía pensar era en que Tadeo se había ido sin despedirse. Y por alguna razón extraña, aquella idea le hacía doler justo en el medio del pecho. Allí donde decían que se alojaba el alma. Aunque ella creía que era mas bien el origen de todos los sentimientos. Todos se sentían fuerte allí.

Salió del comedor con la última gota de esperanza y vio al joven alejándose.

—Tadeo —gritó mientras seguía avanzando.

El chico dio media vuelta y ella no pensó demasiado en lo que haría. Simplemente, corrió hacia él y lo abrazó.

De algún modo, aquella pequeña acción, puso su mundo nuevamente en equilibrio.

Se despidieron prometiendo verse el fin de semana y desde ese momento, la mente de Olivia no pudo alejarse de Valedai.

Cuando Tadeo había propuesto pasar el fin de semana allí, su mente se había trasladado a ese lugar oscuro de su pasado. La habían invadido todos esos sentimientos de soledad, tristeza y angustia que la habían acompañado en sus últimos meses en la gran ciudad. Sumado a todo eso, había sido consciente de que hacía mucho tiempo no viajaba, ni se subía a un autobús, ni recorría tantos kilómetros... Y mucho menos, junto a un desconocido. Aunque esa palabra quedaba un poco extraña al lado del nombre de Tadeo y mucho más después de haber compartido una noche juntos. Parecía ser que el simple hecho de dormir a su lado, había generado una conexión mucho más profunda entre ellos.

No supo bien qué fue lo que la llevó a aceptar el plan. Creía que habían sido las ganas de pasar más tiempo a su lado... Porque en ese momento, analizando mejor la idea, le generaba un poco de miedo. No sabía cómo sería volver a pisar aquel sitio. Si lograría ver el lugar con otros ojos, con otra madurez. Y tampoco sabía qué pasaría con su plan de seguir sus sueños una vez que volviera de allí.

En cierto modo, temía ambas opciones. Si comprobaba que no soportaba la ciudad, sabría que no podría aceptar la beca. Pero eso implicaría abandonar sus sueños, una vez mas. Y si veía que podría soportarlo y aceptaba la oportunidad, debería empezar a despedirse de Colonia Basilia.

De un momento a otro, se sintió ahogada y lo único que logró sacarla de ese estado, fue la familia que ingresó al comedor.

Se acercó a ellos y con una sonrisa genuina les dio la bienvenida antes de darles el menú.

—Bienvenidos a Colonia Basilia.


Ese jueves, como era costumbre cuando el verano estaba cerca, Olivia y sus amigos se juntaron a cenar en la casa de Camila. Vivía cerca del río y tenía una terraza que permitía disfrutar de la vista mucho mas.

Una parada en Colonia BasiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora