37 - La magia de la vida

40 7 0
                                    

Esas dos palabras quedaron como haciendo eco en la mente de Olivia, como abriéndose paso entre la infinidad de caminos que podían darle explicación. Pero había solo uno que latía mas que los demás.

—¿La has visto? —preguntó Waldo sin dejar de mirar el papel que tenía en sus manos.

—Si —se limitó a contestar Olivia, aun en shock.

—¿La conoces?

Ella tomó aire. Sabía que era momento de darle más detalles.

—Waldo... Griselda es la abuela de Tadeo.

La mirada del hombre fue directo hacia su rostro.

—¿Hablas en serio? ¿Ella es...? ¿En serio?

Olivia sonrió tímida ante el brillo de los ojos de Waldo.

—Si, en serio.

Lentamente, se puso de pie.

—Necesito un vaso de agua y un poco de aire.

—Iré por el agua —dijo Igor quien tenía la confusión plasmada en el rostro.

—Te acompaño al patio —se ofreció Oli.

—Esto es mucho... Nunca creí... Es demasiado.

—Tranquilo, Waldo. Respira, ¿si?

—¿Te ha contado...?

—¿Qué cosa?

—¿El motivo de la carta?

Ella negó.

—Solo me ha dicho que te la dé.

Caminaron en silencio y a paso lento hacia la silla que estaba ubicada bajo el árbol. Con cuidado, Waldo se dejó caer allí y soltó el aire que parecía estar acumulando desde que había leído la carta.

Olivia se recostó contra el tronco y decidió guardar silencio. Observó al hombre, con la mirada perdida como si estuviera viendo algo que ella no podría ver jamás.

—No pensé que cosas como estas eran posibles en la vida real —dijo después de unos segundos y con una sonrisa en el rostro.

—¿Qué cosa?

—Esto. El reencuentro. Que de pronto la vida diga si a algo que nos negó años atrás, décadas.

Olivia comenzó a encontrar más claridad en la explicación de esa carta.

—¿Que ha sucedido entre ustedes? —preguntó con temor de hablar de más.

Waldo suspiró.

—Un amor efímero de otoño. Una promesa que nunca se cumplió... Y luego la vida.

Definitivamente, él era ese amor del que Griselda le había hablado. Era el hombre de la carta que había encontrado tras el cuadro. El amor de la vida de Griselda.

Igor apareció con el vaso en su mano y el clima pareció romperse por unos segundos.

El hombre bebió de a poco unos tragos de agua y finalmente, volvió a congelar su mirada en la nada.

Igor observó a Olivia como queriendo una explicación, pero ella negó con una sonrisa. Aquella historia no le pertenecía.

—Vayan —dijo Waldo después de un breve silencio—. Recién llegan y seguro tienen cosas para hacer. Además, necesito estar a solas.

—¿Seguro? —le preguntó Oli.

—Muy seguro.

—¿Quieres más agua?

Una parada en Colonia BasiliaWhere stories live. Discover now