33 - Amando a destiempo

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Tadeo despertó temprano. Sus dos compañeros de habitación aún dormían y parecía que el sol había salido tan solo unos minutos antes.

Bajó para prepararse un café. Si había algo que amaba de aquel lugar era la amplia cocina que tenía. Era ideal para las diez personas que compartían alojamiento. Olivia adoraría aquello.

Se sentó en la pequeña mesa que había junto a la ventana y abrió las cortinas de par en par así podría disfrutar de la vista al mar que le regalaba aquella ubicación. Ese pequeño instante de su rutina solía asociarlo con la más pura felicidad.

Pero aquel día fue diferente. El café se enfrió y sus ojos no se dirigieron al mar en ningún momento; quedaron clavados en su celular... En ese mensaje que llegó para revolverlo todo en su interior.

Su corazón se aceleró, sus ojos repasaron las palabras una y otra vez, el malestar se hizo presente y al segundo, el cuestionamiento del motivo de aquello. Suspiró. ¿Qué le estaba sucediendo? Él no era así.

Tomó aire y dejó el celular sobre la mesa sin poder apartar la vista de la pantalla. Aún no había entrado, aún no había clavado visto, pero el mensaje continuaba presente, esperando.

Daría todo por ser él quien estuviera ahí con ella. Y no ese sujeto. Pero tampoco podía ser egoísta. Después de todo, la situación que ambos estaban viviendo era por su propia decisión.

Volvió a tomar el celular con la intención de responder, pero se frenó. ¿Qué le diría?

—Tadeo. ¿Acaso has oído algo de lo que te he dicho?

La voz de su compañero, con esa mezcla de portugués típico de él, lo sobresaltó. No sabía en qué momento había aparecido allí. No lo había escuchado llegar y mucho menos lo que le había dicho.

—¿Qué pasa?

—Qué te pasa a ti es la pregunta. Estás pálido. ¿Estás bien?

—Nada grave.

—Pues avísale a tu rostro. Y a tu cuerpo. Estás todo tensionado. Mírate el puño nomas.

No se había dado cuenta que con la mano libre estaba haciendo fuerzas. La relajó.

Mateus guardó silencio mientras preparaba su taza de café y luego se acercó a Tadeo, quien seguía perdido en sus pensamientos.

—Se te ha enfriado —le dijo mirando la taza con una mueca—. ¿Qué ha pasado?

Tadeo suspiró. No era la primera vez que hablaba de Olivia y del estado de su relación. Pero en esa ocasión, se desahogó. Sus palabras brotaron, como si por mucho tiempo hubieran estado retenidas.

Le habló sobre la contradicción que seguía sintiendo, sobre la felicidad de estar cumpliendo su sueño y el dolor de tener a su amor lejos.

—Intento que mi mente se enfoque en el presente, en lo que vivimos acá. Pero a veces es difícil. Quisiera que la felicidad fuera completa, pero eso solo sería posible si estuviera acá.

—Vete.

—¿Qué? No. No me iré.

—Pues déjala.

Tadeo hizo una mueca.

—No lo sé, Mateus.

—No te has negado.

—Es que... lo he considerado. Pero la amo. No quiero dejarla.

—Amar no es condición suficiente para que una pareja funcione. Deberías saberlo.

—Lo sé. Pero quizás todo se acomode luego.

—Han pasado tres meses. No creo que se solucione como por arte de magia. La distancia y la diferencia horaria que tanto te molesta seguirán estando.

Una parada en Colonia BasiliaWhere stories live. Discover now