11. Salta.

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11.

Salta.

Salta.

Solo Salta.

No perderás nada.

Sentirás paz.

Sentirás felicidad.

Era el mismo mensaje repitiéndose de una forma cíclica en su mente. No sabía en qué momento había empezado, y mucho menos sabía si en algún momento iba a parar. Lo único que tenía seguro, era que se sentía tentada a cumplir lo que su mente le decía, ya estaba en la ventana, solo hacía falta un empujón.

En muchas otras ocasiones había sentido esa misma tristeza y sentimiento de desánimo, pero nunca antes había escuchado a su mente.

Le había empezado a susurrar cosas en el momento exacto en el que Valery se había desmayado, pero Erin nunca sabría eso, para ella el parecido que tenía aquella voz de su mente con el sonido que emitían las cuerdas vocales de Valery solo era una coincidencia. Una mala pasado que su subcontratación le estaba jugando.

Erin miraba el suelo ante sus ojos más cerca de lo que realmente estaba, y el dolor como algo momentáneo, que luego le daría paso a la paz y el descanso perpetuo.

En su pasado había llegado a tener ideas sobre acabar con su vida, ya que, esa tristeza adolescente causada por cosas superficiales siempre la superaba.

Ella quería pensar que lo que quería hacer sería algo de valientes, puesto a que, cualquiera no era capaz de dar ese paso, y no pensar en que en realidad era una cobarde que se dejaba llevar y doblegar por los aspectos superficiales de la vida.

El qué dirán.

El cómo te miren.

El si eres lo suficientemente bonita.

El ridículo amor adolescente que al final siempre termina en lo mismo.

Viéndolo de una forma objetiva, todo se veía tan estúpido, ridículo y poco relevante.

Le hubiese gustado crecer en una época donde no se exponía tanto la vida privada de alguien, una en donde no hubiese cámaras, fotógrafos y micrófonos siempre acosándola, pidiendo su opinión sobre algo, como si realmente importase, y no fuese solo una estrategia para ver en que se equivocaba.

Si tan solo todas las personas estuviesen bajo el ojo público constantemente, sentirían lo que es lidiar con los terceros, que siempre buscan algo para juzgar, algo para cancelar a alguien, si tan solo viesen eso, y se diesen cuenta que, de ser posible eso, todas las personas en ese mundo, ya estarían canceladas y siendo acosadas por donde fuese que apareciera su imagen.

Crecer siendo hija de personas importantes no había hecho más que ayudar a su baja automáticamente. Siendo rodeada siempre de personas exitosas y mujeres bellísimas, pero no podía echarle la culpa a eso, era ella la verdadera culpable, porque en esos entornos, nunca recibió una crítica o mala mirada hacia sí aspecto físico. Todo lo que pasaba por su mente, los comentarios sobre quién era y como era, siempre los creaba ella misma en si cabeza. Ella era quien se comparaba con las otras. Ella era quien pensaba en que ellas eran más bonitas. Era ella quien creía que todos los hombres la miraban como si fuese algo feo y despreciable.

Se detestaba tanto. Porque aun así y si recibiese malos comentarios a diario, era ella quien les daba el poder de que la afectasen, nadie más.

Solo ella. Ella y si auto infligido débil espíritu.

Salta.

Salta.

Salta.

Se volvió a repetir una y otra vez en su mente.

Cuando el sol se escondeWhere stories live. Discover now