46. Juegos.

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46.

En muchas ocasiones se le tenía un miedo acérrimo a la oscuridad, cuando se debía de temerle a lo que se veía a plena luz o lo que estaba bajo la superficie, porque no todo lo que se veía era verdadero o cierto.

Cuando María vio quien la estaba atacando no pudo creérselo, pero muy a pesar de la sorpresa, reaccionó, alejándose de él y prestando atención a sus movimientos.

Llevaba un cuchillo y tenía mirada de desquiciado. Buscó por todos lados el poder acertar con sus golpes, pero ellos era muy ágil, logrando así salir corriendo por el mismo lugar que había escogido para ir por Stefan.

Gritó cuanto más pudo y sintió como sus pies ardían con cada paso, a pesar de que llevara zapatos. Podía sentir como corrían tras ella, ya que no era solo uno, eran varios.

Vislumbro con mayor cercanía la habitación de Stefan y gritó con más fuerza, sabiendo que ella sola no podría contra todos ellos.

— ¡Stefan! — Soltó, haciendo uso de todo el aire que aun albergaban sus pulmones, solo que justo cuando lo hizo, alguien la tomó por el cabello, haciéndola caer al suelo. En medio de sus gritos y movimientos bruscos para intentar librarse.

Lograron arrastrarla varios metros, pero lastimosamente no contaron con que Stefan sí los había oído, y él no estaba solo. Ni siquiera pudieron llegar hasta la salida cuando la puerta de la habitación de Stefan se abrió, dejándolo ver a él con un bate de béisbol con enormes clavos incrustados, y a Adler, Nathaniel, Dean, Akihiro y Vania detrás.

Esa noche correría sangre, y no sería la de María ni la de ellos.

Cuando Stefan llegó hasta ellos, su primer movimiento fue asestarle un golpe directo al rostro, logrando que su rostro se desfigurara al sentir el contacto de los clavos que hacían sangrar su cabeza.

El resto, se fue contra ellos, ganándoles en tamaño y fuerza. No tuvo que pasar mucho tiempo para que lograran retenerlos en medio de pasillo.

Debido a la rabia que estaba sintiendo, Stefan quiso darle otro golpe a aquel chico, pero se vio siendo retenido por su hermano.

—Llevémoslos al auditorio— Ordenó Dean, haciéndose cargo de la situación.

A pesar de querer matar a todos los que se habían atrevido a tocar a María, Stefan se contuvo y esperó a que su hermano diera más indicaciones, porque sabía a la perfección que Dean le daría la oportunidad de desquitarse en algún momento, pero solo cuando fuese óptimo.

—Sabía que ellos estaban actuando extraño— Le murmuró Adler a Akihiro.

— ¿Crees que ellos causaron el incendio? — Dijo con dificultad, al tener que arrastrar a dos de los atacantes.

—Por supuesto que fueron ellos, solo debes de pensar en cómo se estaban comportando y lo que hubiese sucedido si María no hubiese gritado o todos nosotros no hubiéramos estado con Stefan.

Podía verse oportuno, pero había sido pura coincidencia el que pocos minutos antes de que María saliese de su habitación, todos ellos se habían reunido en la habitación de Stefan para hacer turnos de vigilar el lago.

Durante esas semanas, Dean había estado vigilando el lago, notando cierto comportamiento extraño en él cuando llegaban las once y cincuenta y nueve, pero al momento en que se hacían las doce, las cámaras fallaban y no mostraban nada.

En repetidas ocasiones, Dean bajó hasta el lago en busca de eso que hacía interferencia con las cámaras, pero en todas esas veces, solo encontró un rastro de pétalos azules que salían del agua y seguían un camino sin fin alguno.

Cuando el sol se escondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora