45. Lo siento.

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45.

Ese monstruo creado por alguna entidad o fuerza mayor, llamado ser humano, destruía el mundo de a poco, llevándose todo lo bueno y sano, pervirtiéndolo hasta más no poder y dejando una perpetua oscuridad. Porque como había dicho Maquiavelo; el ser humano era malo por naturaleza, aunque otros filósofos como Rosseau tratarán de decir que todos eran solo ese resultado de la corrompida sociedad, pero si fuese así, los adultos nunca tendrían que enseñarles a los niños que es lo malo y que es lo bueno, intimidándolos diciendo que algo que ellos hacían era malo, cuando iba en su plena naturaleza el hacer daño a todo lo que se atravesara.

Todos ellos sabían que parte de su ser era malo por el simple hecho de ser una persona, pero la otra parte había sido moldeada por una sociedad que intentaba plantar en las personas valores morales que terminarían re direccionando sus caminos.

De igual forma, la semilla de la maldad era inherente al ser humano, y eso nada lo podría cambiar, ni una cultura, ni una religión, mucho menos un Dios omnipotente. Todos hacían daño a su manera y luego se llegaban a arrepentir porque los otros les habían llegado a inculcar que cosas estaban bien y que estaban mal, pero no se podía culparlos, era su sola existencia la que predeterminaba la necesidad de dañar y acabar con todo.

Esa noche, viendo las llamas del fuego, los causantes contemplaron todo pensando que eso era lo bueno y lo justo, creyéndose superiores y poderosos, pero en realidad solo siendo pequeñas ovejas presas de lobos imaginarios e incorpóreos que habitaban en su mente.

Eran malos, siempre lo serían, por más buenos y benevolentes que trataran de ser, la necesidad de actuar a su gusto y placer en algún momento se terminaría superponiendo sobre todas sus creencias y dogmas.

—Rodeen el lugar, debe haber alguna entrada— Ordenó Dean a sus hermanos, a Vania y Adler.

—El fuego inició aquí en la entrada— Señaló Agustín, observando cómo las llamas crecían e iluminaban el oscuro panorama.

Hicieron los que se les había dicho y corrieron hasta la parte trasera, en donde el fuego todavía no había llegado. Había unas ventanas negras que impedían la fácil visualización al interior del lugar.

—Bueno, Adler rompe el vidrio y entra a buscar a esos dos— Ordenó Dean de nueva cuenta, pensando en que esa era la mejor opción para poder salvarlos.

— ¿Qué? ¿Por qué no lo haces tú? — Soltó en defensa, buscando con la mirada algo que sirviera para romper el vidrio.

—Porque este feo, asqueroso y putrefacto mundo aún me necesita— Se encogió un poco y miró con indiferencia el lugar.

Dean podía hacer cosas buenas, tenía sentido común, solo que su forma de hacer esas cosas buenas no era la más acertada y moral.

Una vez, su escuela se estaba incendiando, gracias a que Nathaniel había provocado el fuego, vio el panel desde donde se activaba el sistema contra incendios, pero estaba buscando a Stefan a su vez, por lo que solo vio como única solución el lanzar a uno de sus compañeros contra aquel panel, haciendo que el sistema se activara, pero que el chico quedara casi que con la cabeza rota debido a los vidrio que protegían el panel.

Era toda una suerte que el laboratorio de química fuese independiente al castillo, porque este les daba la opción de estar cerca al bosque, en donde las ramas y rocas sobresalían, dándoles una opción alterna para poder deshacerse de la barrera de cristal.

Vania tomó una de las rocas pesadas y la estrelló contra el cristal, provocando que se agrietara un poco, pero no que se rompiera. Volvió a cometer aquella acción y esa vez un pedazo de vidrio cayó, el resto de ellos hizo lo mismo y lograron hacer un gran hueco en la ventana.

Cuando el sol se escondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora