34. Alfonsina.

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34.

Alfonsina Gulliana Berlusconi Russo.

Fecha de nacimiento: 20 de agosto del 2000.

Edad: 13 años.

Lugar de nacimiento: Milan Italia.

Bien. Podía hacerlo. No sería tan difícil.

Se dijo la psicóloga, mirando como la chica la recibía con una gran sonrisa, como si nada malo le hubiese pasado.

—Alfonsina— La saludó, intentado imitar su amplia sonrisa.

—Hola— Pronunció, marcando su acento italiano—. ¿Cómo ha estado?

—Eso me gustaría preguntarte a ti— Señaló la psicóloga, cruzándose de piernas y colocando las manos sobre la mesa, junto al expediente de la italiana.

En esos momentos, Alfonsina llevaba el cabello corto, pero no tanto como años después, cuando conocería a Erin. Le rozaba los hombros, era de color negro y resaltaba sus ojos claros y piel pálida. Llevaba una buena cantidad de pecas esparcidas por la cara, principalmente en la nariz; dándole así un toque infantil. Era delgada y pequeña, justo como debía ser a su edad.

—Yo estoy muy bien— Mintió, manteniendo su sonrisa, para así convencer a la señora y convencerse a si misma de que todo en su vida estaba en orden.

—Eso me alegra— Concedió, sabiendo a la perfección de que no era cierto.

Llevaba tres semanas esperando a Alfonsina, había estudiado su caso desde entonces, recordando el caso de Vania Ivanov, quien también se ha la visto envuelto en el mundo de la mafia.

—Gracias— Contestó—. ¿De qué se supone que debemos hablar? — Preguntó, tomando las riendas de la conversación. Le gusta estar segura de todo y saber cómo marchaban las cosas, para así no sufrir decepciones o frustraciones después.

—Puedes contarme cosas sobre ti. He leído un poco sobre lo que haces y lo que te gusta, pero escucharte haría que entramos en más confianza— Le concedió, dándole libertad, para que cuando el momento duro llegara, no de sintiera en exceso presionada o abatida.

—Me gusta mucho el arte. Desde pequeña había dibujos, pero eran horribles, por lo que siempre me decían que a pesar de que no tuviese talento, podía tener disciplina, y la disciplina siempre vencía al talento— Comenzó a decir, bastante animada, usando un tono alto en la voz—. Así que empecé a comprar muchos cuadernos y todo tipo de implementos para dibujar, pintar, colorear, etc. Muchos de los cuadernos son un verdadero asco. Tengo un librero entero lleno de ellos, por lo que los primeros que hice están ahí, siendo el patito feo al lado de los cisnes que los acompañan.

—Eso es asombroso— La animó, relajándose y tratando de captar todas y cada una de sus gesticulaciones y movimientos.

—Hubo muchos años de aprendizaje, pero ahora hago cosas muy bonitas. Sé que me falta mucho aún, pero sigo insistiendo y me gusta mucho hacerlo, a pesar que hay días malos— Su sonrisa flaqueo por un momento, y frotó las palmas de sus manos, una contra la otra, dando así, indicios de nerviosismo.

— ¿Hay algo más que te guste hacer? — Indagó, tratando de ir más adentro.

—Me gusta la escuela, sobre todo las clases de idiomas.

—Sí, noté eso, hablas tres idiomas con fluidez y ya estás aprendiendo el cuarto— Mencionó, nada sorprendida, teniendo en cuenta la clase de educación que recibían esos niños.

—Me entretienen mucho, siendo sincera— Admitió, mostrando una dulce sonrisa—. Lo que no me gusta son los números. En química me va bien, pero cuando es solo matemáticas debo poner mucho empeño, porque me aburren demasiado, no les encuentro lo interesante— Rebeló, haciendo una mueca con sus labios.

Cuando el sol se escondeWhere stories live. Discover now