1. Instituto Singueich

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1.

Unos meses antes de que se cumpliera la ya predicha matanza de los ocho chicos en la escuela más prestigiosa de Europa ubicada en Singüeich, la capital de Stolquin, un país rico y poderoso situado en una nublosa isla al norte de Europa estaba a punto de iniciar el año escolar.

Erin Vanegas, una chica de diecisiete años que iba a cursar su último año de preparatoria en ningún momento de su vida pudo pensar que la elección de su padre como presidente de México le cambiaría de esa forma la vida.

Estaba acostumbrada a los lujos y la buena vida debido a la exitosa carrera política de su padre, pero en ningún momento pensó en que tendría que hacer un cambio tan drástico en su vida como aprender inglés y francés fluido de la noche a la mañana, o tener que viajar hasta el otro continente a terminar su año escolar.

Ella había asistido a un buen instituto en su país, pero nada como aquel castillo antiguo en el que en ese momento se encontraba. En el mundo no había nada como el instituto Singüeich, nombre cortó, porque lo que realmente debía llamar la atención no era su nombre, sino lo que se albergaba dentro de las gruesas paredes del castillo.

Estudiantes de alta alcurnia de todo el mundo se encontraban allí, hijos de reyes, presidentes, mafiosos y empresarios. Allí no había nadie que no tuviese una familia poderosa, todos tenían dinero y poder, porque eso era todo lo que importaba.

En esa mañana de lunes los estudiantes llegaban solos, con sus maletas y sus ayudantes a cada lado, sus padres no podían acompañarlos al instituto debido a que uno de los deberes de la escuela para con los jóvenes era ayudarlos a criar un carácter fuerte e independiente, porque el instituto educaba a personas con un futuro brillante que no tenía lugar para personas con carácter débil. Una lástima para Erin, quien era tímida y retraída, pero para alivio de muchos, ella no es la protagonista de esta historia.

Erin era de mente un poco cerrada y muy débil, se dejaba caer fácilmente en los problemas y se la vivía triste con problemas de adolescencia ya que no se sentía lo suficientemente bonita para tener novio. Pero para su suerte su vida cambiaría, conocería a Valery, conocería el miedo, conocería la sangre, y lo más importante, conocería lo que es no tener alma.

El castillo en dónde se encontraba la institución era enorme, con torres, grandes balcones y un estilo antiguo que resaltaba el carácter estricto de todo lo que había allí.

La entrada a la escuela tenía un enorme arco de metal oscuro con el nombre de la institución en inglés, había un gran patio a ambos lados de este, el camino era de rocas blancas y finas. Todos caminaban en una sola dirección sabiendo a la perfección como debían actuar. La entrada al castillo era amplia, con unas enormes puertas dobles de madera oscura, casi negra.

Era algo aterradora. No se veia nada acojedera u hogareña. Y pensar que esa era solo la entrada.

Erin solto un profundo suspiro y dio un paso hacia adelante para entrar. Pero una sensacion extraña la invadio al momento en que subio uno de los escalones de semento. Era como si alguien la estuviese vigilando, como si tuviese la potente mirada de alguien sobre ella. Con deconcierto giro su cabeza en todas direcciones en busca de donde provenia esa intensa sensacion. Su busqueda era un tanto euforica y muy poco disimulada, pero esta se vio sesada al momento en que sus ojos enfocaron una parte del castillo.

En lo alto de una de las torres habia una chica apoyando sus brazos sobre la venta que le daba acceso al exterior. Ella tenia su vista completamente recargada sobre el cuerpo de la mexicana.

Erin la estuvo mirando por unos segundos, completamente asombrada por su belleza. No recordaba haber visto una chica tan bonita en toda su vida. Aun estando considerablemente lejos se podia notar lo hermosa que era.

Cuando el sol se escondeOù les histoires vivent. Découvrez maintenant