8. El fin.

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8. 

En muchas ocasiones se ha mencionado un más allá, como un lugar en donde tú alma reside después de la muerte, pero muy pocas veces se ha hablado de un más allá, en donde el caos, la maldad y la oscuridad residiese, en donde todo a lo que tememos se mueve. Un lugar de donde no hay escapatoria.

Sólo unos pocos individuos pueden moverse de un lugar a otro, de la realidad terrícola en donde todo se vuelve tangible y adquiere una justa explicación, a aquella extraña y tenebrosa superficie. Estás dos extrañas realidades eran separadas por un delgado velo que, se suponía debía mantener los dos mundos en orden, pero que por alguna u otra razón ya dicho velo no existía, ya que había sido roto, dándole así paso a ocho seres, que no tendrían remordimiento alguno al cobrar lo que quisieran, con tal de saciar su sed.

Aquella noche antes de que los estudiantes del instituto Singueich se despertaran para empezar la jornada académica que tanto los consumía, los dos mundos fueron unidos de una forma bastante débil, pero a la vez lo suficientemente fuerte como para permitir que ocho de los seres escaparan y se infiltraran de una forma intangible, pero letal, provocando así un desastre irreversible, marcando un nuevo comienzo, que le daría cabida suelta a un montón de sucesos que desenlazarían la masacre que ese mismo año, meses después ocurriría.

Dentro del denso bosque ya se encontraban varias personas analizando el lugar del crimen. Caminaban de un lugar a otro y buscaban en lo más recóndito de sus mentes una explicación para lo que ante ellos había.

Dentro del mismo lago en donde Erin había caído tiempo atrás, se encontraban ocho cuerpos, todos esparcidos de una forma simétrica y a la vez terrorífica. Flotaban en el agua, pero no se movían de sus lugares, todos estaban tomados por las mismas algas del lago.

—Joder— Musitó María Antonia al acercarse al lago.

—Mierda— La siguió Valery dando un paso hacia adelante. Sin querer dio otro paso y casi resbala hacia el agua, pero pudo sostenerse gracias a que Vania había reaccionado de una forma rápida, logrando así tomarla por la cintura.

— ¿Estas bien? — Le preguntó el ruso mirándola directo a sus ojos café.

—Sí, solo no puedo con la impresión— Le aseguró ella mintiéndole descaradamente. Lo cierto era que estaba muerta del pánico, pero no podía demostrar aquello, si lo hacía se volverían reales las especulaciones que su mente empezaba a formular.

—Entren al lago y saquen los cuerpos— Ordenó la directora señalando el lugar de los hechos. Con sumo cuidado, unos hombres enfundados en unos trajes blancos entraron al lago y se dirigieron a los diversos cuerpo que se allí se encontraban.

— ¿Preocupada? — Le preguntó Adler a Valery. Se veía serio y sin una pisca de cinismo y burla.

—Tanto como tú. Los números y los lugares no se dan por serendipias ni cosas al azar, aquí todo queda— Respondió la chica de la forma más dura que pudo.

—Ocho para ocho, sangre para sangre, oscuridad para oscuridad— Meditó Akihiro colocando sus manos dentro de los bolsillos de su oscuro pantalón—. Díganle a los señores que suban los cuerpos a la torre, yo los estaré esperando— Sin decir más se dio la media vuelta y trazó su camino devuelta al castillo.

—Yo iré a avisarle a los guardias que despejen el lugar para que nadie vea nada— Dijo Alfonsina con una seriedad impropia de la vivaz y poco callada italiana. Dio varios pasos muy rápidos y se colocó al lado de Akihiro, para así poder alzar un poco la cabeza y dedicarle una mirada llena de palabras, frases y suposiciones, pero sobre todo de verdades, verdades que todos ellos conocían, pero que ninguno quería reconocer por el miedo de saber que ya todo había comenzado, que el principio del final se estaba elaborando, y no podrían escapar de lo que era inminente.

Cuando el sol se escondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora