4. Un lago lleno de almas.

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4.

Cuando las luces pálidas del sol llegan a lo más alto de las montañas que en la tierra se encontraban, los demonios se alinean en una estrecha fila que conduce a su hogar, para no volver a atormentar a los serás que en supuesta paz viven, mientras el astro rey hace presencia en ese lado del mundo.

Justo así empezaba un cuento que Valery se sabía a la perfección desde hace años, pues se había llegado a sentir identificada con él.

Cada noche estaba condenada a vivir como si fuese un demonio que solo quería ser libre, pero que sabía que la clase de libertad que su cuerpo le exigía no era la que ella realmente quería.

Los días se su vida eran sencillos, no era nada del otro mundo, la única diferencia que tenía su vida con la de las personas que no contaban con los mismo recursos que ella, era precisamente eso, el dinero, ya que los contactos, las oportunidades, los viajes y entre otras cosas eran debido a eso.

No podía negar que de una u otra forma el dinero le podía causar felicidad, pero había una delgada línea entre ser feliz por momentos gracias a lo material y ser feliz por las cosas intangibles; como lo podrían ser los sentimientos.

Por lo usual las personas deducían que su vida era grandiosa, novio exageradamente hermoso, dinero, una buena reputación, un futuro ya hecho... Pero había cosas que ellos ignoraban, y que ninguna cámara fotográfica capturaba.

A veces le gustaría imaginarse otra vida, una en la que pudiese sentir cosas, porque ella quería, pero sinceramente no podía. En su cuerpo no había alma ni corazón, o tal vez si había un corazón, solo que era una bola llena de oscuridad.

—Estas algo callada — Le dijo Adler mientras se volvía a acomodar la ropa interior.

Con pereza Valery se dio la vuelta sobre su estómago para dejar descansando su espalda sobre el colchón y lo miró de arriba a abajo.

Adler era hermoso físicamente; tenía unos bellos rizos rubios, unos ojos brillantes y unas facciones que parecían esculpidas por los ángeles, además de su bien formado cuerpo, delgado, pero a la vez musculoso. Podía ser un sueño hecho realidad, solo que no era el sueño de Valery, para ella, él era más un amigo con el que compartía intimidad que un novio, lo peor, es que sabía que él también la veía de esa forma.

—He estado pensando mucho en lo de Tony y eso — Confesó con molestia.

—Agustin es un egoísta, no debimos dejarlo encargarse del cuerpo — Contestó para intentar hacer que ella cambiase de humor. Se apoyó sobre sus rodillas en la blanda superficie y se acercó a ella con su mirada clavada en sus pezones desnudos —. Por otro lado, tu y yo no somos como él — Siguió diciendo mientras apretaba su pezón derecho entre dos de sus dedos.

—No, somos peores — Respondió ella acercándose un poco para besarlo, solo que no pudo llegar hasta sus labios, pues un molesto sonido proveniente de la puerta hizo acto de presencia en la habitación.

— ¿Adler? — Dijo Vania desde el pasillo.

—Sí — Gritó Valery antes de que Adler dijese algo, pues sabía que lo echaría como un perro, y no quería que hiciese sentir mal a Vania. Sin derecho a decir una sola objeción, el alemán se levantó resoplando por el disgusto que le generaba la situación y abrió la puerta.

— ¿Qué quieres? — Preguntó con un gesto de pocos amigos.

Vania sabía a la perfección que tenía que decirle, pero se quedó sin habla al ver dentro del cuarto. Sobre la cama vio a Valery sentada colocándose el brasier lentamente. Debido a la impresión tuvo que tragar en seco y mover sus ojos rápidamente hacia otra parte.

Cuando el sol se escondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora