28. El mayor.

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28.

El día en que Alexander Mckey murió solo hubo un pensamiento en su mente; ella, ella y aquel amor no correspondido en su totalidad.

Cuando el salón quedó abandonado, a excepción de ellos dos; Valery se acercó a él, tras haber recogido todas sus cosas y colocar su mochila en su espalda. Camino a paso lento hacia él, viendo cómo se sentaba en el borde de la mesa que había frente al tablero.

— ¿Me solicitó, profesor Mckey? — Preguntó ella, quitando la mochila de su hombro y dejándola en la silla más cercana, sin quitarle la vista de encima.

—Tal vez— Se limitó a contestar, abriendo un poco las piernas, para después extender sus brazos y tomarla por la cintura y atraerla hacia él.

— ¿Y para que me necesitaría? — Con cuidado, pasó los brazos por sus fuertes hombros, hasta que sus manos tocaron las hebras castañas y un poco rizadas de su cabello.

—Quizás tengo una propuesta para usted, la cual dudo mucho que vaya a rechazar— Dijo, Atrayéndola más, hasta que sus caderas estuvieron presionadas y sus pechos separados por pocos centímetros.

—Soy toda oídos— Sutilmente, fue dejando pequeños besos sobre su rostro, principalmente en esos lugares en donde ya se hallaban pliegues debido a las múltiples expresiones que él tenía, y en aquel rastro de barba que parecía no dejar crecer en exceso. Con la misma lentitud, él fue bajando sus manos por sus costados, dejando leves caricias por donde iba pasando, hasta llegar al borde de su falda, adentrando sus manos en ella, haciendo contacto inmediato con la suave textura de su piel.

—Salgamos— Empezó, dejando un rastro de besos por sus mejillas—, en la tarde.

— ¿A dónde? — Indagó, mientras se apretaba más contra él.

—Luego lo sabrás— Finalizó, dejando un último beso en su boca, antes de separarse un poco, ya que, el tiempo estaba corriendo y debía tener su próxima clase. Con unas pocas palabras más se despidieron, dejando así otro de sus infraganti y fugaces encuentros.

—Esto es muy incómodo— Escuchó Valery, mientras avanzaba por el pasillo; lentamente se fue dando la vuelta, sabiendo a la perfección de quién provenía ese comentario—. ¿No te da asco o algo así? Yo soy muy abierto con mi sexualidad, pero eso de estar con tipos veinte años más grande- Se detuvo, mirando sus uñas y haciendo una mueca con su boca, antes de alzar su mirada—; eso sí que no va conmigo. No me gusta que me roben el colágeno.

—No te metas en esto, Dean— Advirtió, sujetando con fuerza el agarre de su mochila y apretando su boca.

—Ojala toda esa fuerza fuese cierta— Se burló, metiendo sus manos dentro de la bolsillos delanteros de su pantalón negro. Miró por unos instantes al suelo y luego alzó su mirada, dando unos pasos hacia al frente, para estar más cerca de Valery—. ¿No te había dicho que lo quería todo? Que yo sepa sigues compartiendo fluidos con Adler.

— ¿Cómo sabes eso? — Cuestionó, apretando su empuñadura en la mochila y arrugando su entrecejo.

—Yo lo sé todo, Valery, no hay nada en este instituto, o en este mundo, que yo no sepa. Yo que tú, le voy prestando más atención al viejo, en vez de estarlo follando.

—No estamos follando.

—Aun— Replicó, humedeciendo sus labios con la punta de su lengua, antes de empezar a mandarle su contundente mensaje—. Valery, eres despreciable, incluso más que yo; tú envolviste a Adler para después ponerle los cuernos con cuánto hombre se te pasara por el frente. Eso estuvo muy mal— Indicó, frunciendo un poco sus labios y ladrando su cabeza—. Yo que tú, me aseguraría a Adler, si no tuviésemos esa relación marcada con un poco de odio, yo no duraría en irme tras de él. Piénsalo bien, el viejo pronto necesitará la pastilla, es guapo; sí, debe tener experiencia; sí, pero tal vez tiene cosas detrás de él.

Cuando el sol se escondeWhere stories live. Discover now