Capítulo 5.

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Las pisadas fuertes alertaron a Valeria, podía sentirlas a un lado de su rostro. Se asustó, pensando que estaban a punto de pisarle la cara, pero cuando quiso moverse para alejarse, notó el dolor y el cansancio que tenía encima. Emitió un quejido, y los pasos cesaron.

-Llévenla a una celda.-Escuchó la voz de una mujer proveniente de algún lugar, y luego un forcejeo.

-¡Déjenme tratarla! ¡Su pierna está muy mal! ¡Por favor!-Era una voz diferente, de un muchacho. Le hizo acordar a la voz de Irian, por lo que sonrió...

Dos personas la tomaron por los brazos, y la arrastraron fuera del lugar, luego por una puerta y luego por escaleras. El dolor se acrecentaba con cada escalón que sus piernas golpeaban al ser arrastradas como dos bolsas pesadas. A cada quejido, la gente la hacía golpear el siguiente escalón con más fuerza. No se dió cuenta cuándo empezó a llorar. Lo único que sabía era que dolía demasiado.

La escalera terminó, para su fortuna. Escuchó otra puerta abrirse, y las personas la lanzaron dentro de un cubículo de madera y metal. No pudo ver los rostros de aquellas personas. Solo escuchó cómo la celda se cerraba de golpe, y no pudo hacer más que cerrar los ojos y rendirse al dolor y el cansancio.

~ * ~

-¡Por favor, está mal herida! ¡Y si tuvo una experiencia traumática, no podrá hablar!-Volvió a escuchar la voz del muchacho, esta vez parecía preocupado y agitado. La puerta de madera se abrió, y en ese momento abrió ligeramente los ojos. Se encontraba en un cuarto con paredes de madera, dentro de una pequeña celda. Levantó la cabeza, y vió a dos mujeres; Una fornida y otra más delgada. Detrás de ellas, un chico un poco más grande que ella. La mujer fornida golpeó un barrote de la celda.

-¡Arriba! ¡Ya tuviste tu descanso, es hora de darnos respuestas!-Dijo la mujer. Valeria se detuvo a analizar las facciones duras de la mujer que le hablaba. Cabello corto color ceniza, ojos color caramelo. Una boca ancha, con labios delgados y una nariz regordeta. Todo enmarcado por una cara casi cuadrada y una mandíbula parecida a la punta de una flecha.

-Mamá, por favor... Tal vez ni siquiera hable nuestro idioma. No puedes simplemente...

-Basta, hijo.-Dijo la otra mujer, tomando del hombro al muchacho.-Sabemos que tienes un buen corazón, pero tienes que endurecerte. Así como no sabemos de dónde vino, no sabemos si puede haber una amenaza. Necesitamos que hable.-El chico frunció el entrecejo. Valeria se quedó observándolo. Tenía el cabello marrón, ligeramente rizado. Unos ojos del color del mismo océano, y su rostro tenía una forma algo extraña. Alargado, pero terminando en una mandíbula puntiaguda.

-¿Qué te pasa?-Dijo la mujer fornida. Los otros dos voltearon a verla.-¿Te gusta ver a mi hijo? No te culpo, es muy buen mozo.-El chico se sonrojó de forma exagerada, y la otra mujer rió. Valeria abrió los ojos como platos al darse cuenta de la estupidez que estaba haciendo, y se hizo para atrás. Se abrazó las piernas para ocultar su rostro en sus rodillas, no sin antes emitir un quejido de dolor. Su pierna derecha dolía demasiado, pero no quería moverse. El dolor... Era demasiado.

-Mamá, por favor.-El chico se acercó a la celda.-Déjame ver su herida. No hablará si no la ayudamos.-La mujer suspiró, y abrió la puerta. El muchacho entró rápidamente. Valeria levantó la mirada. El chico se hallaba ante ella con una sonrisa incipiente y un bolso junto a él.-Hola...-Dijo. Valeria notó que sus ojos eran profundos y parecían brillar ligeramente. Quería dejar de mirarlo, pero era lo único bueno que podía encontrar en ese momento. No sabía si aferrarse a ello, o dejarlo pasar.-¿Te molesta si...?-Acercó una mano a la tela rasgada del pantalón, levantándola ligeramente. Valeria notó una mancha roja en la tela, y un hilo de algo rojo, que parecía seco, recorrer su pierna. Al descubrir la herida, el chico emitió un siseo de impresión.-Parece que te golpeaste con algo puntiagudo. Tienes suerte de que no fue muy fuerte.-Tomó una botella y un trozo de tela limpia de su bolso. Al destaparla, la botella emitió un fuerte hedor que la hizo echarse para atrás.-Está bien... Huele mal, pero te ayudará.-Dijo rápidamente. Mojó la tela en el líquido, y con lentitud se acercó a la herida.-Creo que querrás... Algo con lo que desquitarte.-Dijo con una sonrisa, tendiéndole la mano que tenía desocupada. Valeria no comprendía, y lo miró con duda. El muchacho tomó su mano lentamente, para no asustarla. Su mano... Se sentía áspera en contacto con la de él, tan suave.

El Despertar de la Sombra I. Sueñoحيث تعيش القصص. اكتشف الآن