Capítulo 25.

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Arlen no volvió a ver a Bacu por la mañana, tampoco los días siguientes. Parecía que había desaparecido por completo. Aunque en verdad él no tenía forma de saberlo a ciencia cierta, ya que se pasaba todo el tiempo que podía en la biblioteca. Aún cuando no conseguía nada, era la única forma de no volver a una casa vacía y silenciosa. Nunca se había sentido así. Bueno... Tal vez solo cuando era pequeño. Pero eso había sido hace ya mucho tiempo. No era algo que le gustara recordar.

Aziz había dejado una pila de libros a su lado con un estruendo, lo que lo sacó de su ensimismamiento. Observó al muchacho con sorpresa, y luego a los libros.

-Esto es todo lo que tenemos aquí sobre el culto de Diyar.-Dijo, posando una mano sobre la mesa y recargándose sobre ella. Con una ceja alzada, Arlen lo miró.

-¿Por qué...?

-He notado que lees mucho sobre eso. Y ya que quieres saber... Pensé que podría ayudarte un poco...-Explicó, observando los textos, casi como si les estuviera hablando a estos. Luego se dio cuenta. No quería mirarlo.

-Oh... Muchas gracias, supongo.-Dijo, y prosiguió con su lectura actual. Escuchó al muchacho suspirar y alejarse. Lo siguió con la mirada hasta que salió de su campo de visión. Tal vez aún se sentía culpable. Aunque a Arlen no podía importarle una discusión que se sentía tan lejana como trillada. No era la primera vez que le pasaba algo así. Aún así, nunca era lindo tener que escuchar estupideces como esa. Si a él le gustaba o no un chico, no tenía nada que ver con el hecho de tener dos madres.

Y aunque tal vez debería haberse enojado más y no volver a hablar con Aziz, Arlen no podía. Simplemente el muchacho no era fácil de odiar. Siempre tenía pinta de estar pensando en algo. En los últimos días lo había notado muchísimo más activo, aún así. Recordaba la mirada en su rostro la primera vez que lo había conocido. Era la mirada de una persona sin motivación, una persona que aceptaba todo lo que viniera. Pero ahora... Era diferente.

Levantó la mirada, y el chico estaba en la puerta del edificio, como haciendo guardia. Le dedicó una sonrisa amistosa, con una pizca de súplica. Arlen volvió a zambullirse en el libro. Era tierno y penoso al mismo tiempo.

Ya no podía retener la información que veía en las páginas. Suspiró, frustrado. Dejó el libro en la mesa, cerrándolo bruscamente. Se dejó caer contra el respaldo de la silla, y se mesió levemente. ¿Qué hacer? Era demasiado difícil hacer todo eso por su propia cuenta. Su cabeza empezaba a doler, y sentía cierto dolor detrás de los ojos. No recordaba cuánto tiempo había estado encerrado allí, pero sintió el trasero entumecido cuando se levantó, lo que denotaba que había pasado bastante. Se acercó con paso decidido hacia el muchacho en la puerta, que lo miró alegremente. Apretó los labios, y habló al estar a unos metros de él.

-¿Podría dejar estos libros reservados para leerlos otro día?-Preguntó directamente, a lo que Aziz asintió.

-Claro. Puedo encargarme si quieres.-Respondió, dando un paso hacia adelante. Arlen asintió y pasó a su lado, acomodándose el bolso al hombro.

-Sería genial. ¿Nos vemos más tarde?-Preguntó, a punto de tomar el pomo de la puerta. Escuchó que el muchacho se volteaba rápidamente sobre el suelo de mármol y lo miró de soslayo.

-En verdad... Quería preguntarte si te gustaría acompañarme un rato. Noto que solo vienes a leer o te encierras en la hacienda, y no me gustaría que fuera por-

-Tranquilo. No es tu culpa.-Lo atajó Arlen, con un tono de voz cansado, pero reconfortante. Aziz lo miró directamente, para luego asentir lentamente.

-Claro... Pero... Sea la razón por la que lo haces, me gustaría ayudarte. ¿Es por tu primo?-Esta vez Arlen emitió un sonido desde lo profundo de su garganta, demostrando su hartazgo. Aziz parpadeó al notar que lo estaba presionando demasiado, y se relajó. No se había dado cuenta pero había dado un par de pasos hacia él. Apretó los labios y luego se volvió.-Lo siento. Me encargaré de los libros.-Y se alejó con paso lento. Arlen bajó la mirada, preguntándose por qué se desquitaba con él. Estaba mal. Y lo más probable era que lo lastimara si seguía así. Aziz no tenía por qué sentirse mal solo porque él pasaba un mal momento. Respiró profundo, y se acercó a él. Apretó fuertemente la banda del bolso. Sintió su corazón acelerarse.

El Despertar de la Sombra I. SueñoWhere stories live. Discover now