Capítulo 33.

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La tarde había empezado a caer, y Valeria no había visto a Erryn desde el mediodía. Se dijo que era para mejor, pues no sabía cómo explicarle lo que había pasado. Porque no la había tocado en ningún momento, y dudaba de poder convencerla de lo contrario. ¿Qué pasaría si Erryn viniese ahora a confrontarla? ¿Y si por accidente terminaba usando sus poderes otra vez? ¿Y si alguien más lo veía? ¿La llevarían como prisionera? ¿Qué pasaría con sus amigos? 

-Lumia a Valeria, ¿Hola?-De repente tenía a la muchacha en su cara, lo que la sobresaltó. Se echó para atrás, y Lumia alzó una ceja.-Vamos, no soy tan fea como para que te asustes.-Dijo, con un tono ligeramente irritado. Valeria agachó la mirada, avergonzada. 

-Lo siento... Es solo que... Estaba pensando en Erryn.-Volvió a recolectar otra planta de quinua con manos torpes mientras Lumia la observaba. Ésta suspiró y volvió a su trabajo. 

-Es difícil dejar de pensar en que por fin te valiste por tí misma.-Dijo con un dejo de alegría. Otra vez, ese sentimiento que Valeria pudo detectar no tenía nombre para ella. Pero se sentía bien. 

-Lo que no entiendo es... ¿Por qué no le caigo bien? No le he hecho nada...-Dijo en voz baja mientras lanzaba un brote hacia su canasta con especial molestia. El cielo comenzaba a nublarse y oscurecerse, por lo que debían empezar a darse prisa. Lumia dejó salir una risa socarrona. 

-Erryn odia a todo el que sea de afuera... Y aunque parezca una idiota, que no lo niego, tiene un motivo.-Dijo, tomando su canasta para seguir con la próxima planta. Valeria se apresuró a seguirla. 

-¿Y el motivo es...?-Lumia guardó silencio por unos segundos, concentrada en un brote mientras parecía recordar algo. Lo que fuera, le puso una expresión de tristeza en el rostro. 

-Polimena solía tener una hija... Pero a causa de una forastera, fue exiliada. No sabemos nada de ella desde que se fue.-Valeria frunció el entrecejo, aún sin terminar de comprender. Se detuvo en su tarea para tratar de prestar atención.-Hoy es el aniversario de su exilio. Polly sufre mucho en estas fechas... Y era la mejor amiga de Erryn, así que...-Se encogió de hombros, como si no supiera qué más agregar. Valeria volvió a recolectar mientras trataba de comprender por qué ella tenía la culpa de algo que había hecho alguien más. Suspiró con molestia. Sí, Erryn tenía derecho a estar enojada con alguien. Pero no con ella.-Ya casi terminamos.-Comentó, viendo hacia adelante. Valeria siguió su mirada, y notó que faltaba poco para llegar al límite con el sendero, señalado por la valla. 

Al haber terminado, el sol era apenas visible. Dibujaba una linea de colores cálidos que daba la bienvenida al lavanda que predecía la noche. Valeria se dijo que nunca podría cansarse de la vista en Ramur al tiempo que llegaba al granero, donde notó que había un grupo de gente alrededor de una sola persona. Cuando el gentío se empezó a despejar, notó el cabello oscuro recogido en un rodete despeinado, y la sonrisa cansada. Polimena estaba saludando a todas las chicas que empezaban a irse. Al ésta voltear hacia Valeria, la notó. Valeria tragó saliva, y siguió a Lumia para dejar los brotes en un enorme barril que, le dijeron, luego iría a parar a las personas destinadas para quitar los granos de la planta. Se sentía agotada, pero aún no quería irse. Volteó para ver a Polimena, armándose de valor para ir a hablar con ella. Deseaba darle sus condolencias, pues no podía imaginar cómo se sentía perder a una hija de la forma en la que ella lo había hecho. Tal vez su propia madre lo sabría, pero barrió ese pensamiento antes de poder desarrollarlo y echarse a llorar. 

Polly ya no estaba donde hacía unos segundos. Se estaba alejando hacia el camino por el que Valeria y Lumia habían llegado esa mañana. 

-Voy a saludar a Polly.-Avisó a Lumia, quien asintió casualmente mientras dejaba caer la quinua en el barril. Valeria se apresuró como pudo, pues sus piernas reclamaban un descanso tras haberse esforzado tanto, pero no había terminado el día, por lo que no podía parar.-¡Polly!-Gritó, pero la mujer no pareció escucharla.-¡Polimena!-Esta vez se detuvo, y volteó lentamente. Sus ojos estaban rojos, como si hubiera llorado, y tenía cierta sombra bajo ellos. Parecía que no había dormido. La expresión en su rostro era de puro agotamiento. Era como ver a una muñeca antigua y maltratada por el tiempo. Valeria se detuvo frente a ella con la mirada gacha, por lo que no podía decir si la mujer estaba feliz de verla. 

El Despertar de la Sombra I. SueñoWhere stories live. Discover now