Capítulo 40.

25 2 6
                                    

El bosque tenía un color frío, y Valeria no sabía si era por su culpa o si de verdad era por el clima. Cuando se alejaron de la oscuridad, empezó a notar los destellos de luz entre las hojas, y algo en su pecho se aligeró. Por alguna razón, había pensado por un segundo que había provocado una noche eterna. Pero pronto, aquél alivio se convirtió en culpa. 

Todo aquello había sucedido a causa de ella. Si nunca hubiera despertado, si nunca hubiera escapado, si nunca hubiera peleado... Todo aquello, todo el sufrimiento que había provocado... No existiría. 

Se encontró sola entre los árboles, ya lejos del túnel y del bullicio, rogando porque Aziz apareciera entre el follaje y le dijera que todo estaba bien. Que no le había pasado nada. Que ahora podrían volver con Arlen, la persona que ellos tanto querían. 

Arlen... ¿Qué iba a decir? Ella ya le había arrebatado a su familia, su vida... E incluso su hogar. Todo... ¿Por qué? ¿Por su propio bien? Ella no había deseado ser salvada... 

¿O sí?

¡Claro que no!

Tampoco había deseado despertar... 

Ojalá nunca hubiera... 

Golpeó el árbol más cercano antes de poder aceptar ese pensamiento. Había hecho la promesa de que nunca volvería a decirlo, y ahora... 

-¡Val! ¡Aziz!-Gritaba la voz de Arlen, y Valeria sintió que el corazón le daba un vuelco. Sin dirección fija, comenzó a caminar hacia el lado contrario, tropezando con todo lo que había en su camino, pero no le importaba. No podía verlo a los ojos. No podía decirle todo lo que había pasado. No quería aceptarlo. Y no quería que él la odiara... 

Tal vez habían pasado horas, tal vez solo minutos, pero se encontró delante de un barranco. Más allá, podía ver unas montañas de lo más extrañas, y a su derecha un inmenso océano. Las montañas eran altas, pero terminaban lisas, como si alguien las hubiera cortado con una espada. 

El horrible recuerdo se instauró en su mente, y Valeria no pudo reprimirlo. La imagen de la espada hundiéndose en el estómago de Ada, la sangre, los golpes... Su mirada suplicando por el perdón que ella no había llegado a darle... Y luego la espada que le había atravesado el pecho desde atrás. 

Se dejó caer sobre el césped, de rodillas. No la había atravesado una espada, pero se preguntó si el dolor que sentía en el pecho se le comparaba. Todo se sentía pesado. Incluso el aire. Dejó caer sus manos hacia adelante, y pronto se encontró en cuatro patas, conteniendo el llanto. 

Basta, maldita basura... 

Deseaba golpearse. Deseaba lanzarse por el barranco, y tratar de opacar el dolor que sentía en ese momento con dolor físico.

Cállate, mierda inservible...

-¿Val?-Arlen  se abrió paso entre los árboles, y se apresuró a correr junto a ella. 

No... Por favor, no...

No pudo evitar que las lágrimas empezaran a brotar nuevamente. Cerró las manos en puños sobre el césped, arrancando hierbajos, sintiendo la tierra en sus dedos y bajo sus uñas. No quería sentirse así. No quería sentirse peor. 

-Val...-Musitó Arlen, posando una mano sobre su espalda. La chica sintió escalofríos, y el muchacho debió notarlo, pues se apartó al instante. Se puso de rodillas junto a ella, y entonces Valeria pudo ver su rostro. Iluminado con esperanza, pero con una pequeña pizca de miedo.-Hey... Ya todo está bien... Somos libres...-Dijo con una pequeña sonrisa que, ella se dio cuenta, era falsa. Era el intento de Arlen por parecer reconfortante. Él se volteó, viendo al lugar de donde había venido. Valeria escuchó pisadas, y recordó a Bacu y la chica desconocida. 

El Despertar de la Sombra I. SueñoWhere stories live. Discover now