Capítulo 34.

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Arlen había perdido la cuenta de la cantidad de veces que se había maldecido a sí mismo. Luego de entregar otro pergamino en una sala por la que ya había pasado unas tres veces, se recargó contra la pared para descansar. Dejó caer su cabeza hacia atrás. La luz del sol comenzaba a irse, por lo que debía apresurarse. No había podido ver a Aziz en toda la tarde, y le impresionaba que eso era en lo único en lo que pensaba cada vez que había vuelto a buscar una nueva canasta. 

Al cerrar los ojos, con un brazo descansando sobre la última canasta que le quedaba, lo único que pudo ver con claridad fue aquella sonrisa pura y llena de felicidad, aún con una mirada que demostraba miedo. Sentía calor en su pecho, y en su rostro. Se sentía cálido. Era algo increíblemente hermoso... 

Se dio cuenta de que le sonreía al aire, por lo que se obligó a levantarse antes de que alguien pasara por allí y lo cuestionara por qué sonreía como un loco. Se rió, y se dijo que reírse tampoco iba a ayudar a no parecer un loco. Suspiró y sacó el siguiente pergamino, el cual era un poco más pequeño de lo normal, y rezaba "Entregar en el Departamento de Archivos e Investigaciones culturales". Algo al fondo de la mente de Arlen empezó a punzar, como un cuchillo que quiere atravesar el cuero. Se puso en marcha, tratando de recordar dónde había visto el nombre de aquel Departamento. 

En el camino, encontró el resto de Departamentos en los que debía entregar mensajes y demás, pero no había podido encontrar Archivos e Investigaciones. Al ver que ya atardecía, decidió que debía ir a preguntar a Ilcasil. Al darse cuenta de dónde estaba, volvió a maldecirse. Se encontraba en el tercer piso (de cuatro) de la Catedral. Suspiró al empezar a bajar por las escaleras. Al menos la canasta ya no pesaba. 

Al llegar al segundo piso y asomarse por la escalera, pudo ver a Aziz caminando de un lado para el otro delante de la puerta de entrada. Arlen se apresuró a bajar por la escalera, ansioso por saber qué le habían dicho. Dejó la canasta junto al atril, ahora vacío, y corrió hasta el muchacho que recién en ese momento lo notó. Él también se apresuró a su encuentro. 

-¿Qué tal te fue?-Preguntó Arlen. Aziz tenía una expresión indescifrable, parecía desgarbado, como alguien incómodo de estar en el lugar en el que se encontraba. Tenía el pelo despeinado y los ojos más brillantes que nunca. Tembloroso, Aziz respondió. 

-Yo... Tengo mi pase en trámite...-Dijo con la voz quebrada y una enorme sonrisa.-¡Arlen, lo tengo! ¡Voy a irme de aquí!-Repitió, y rió con genuina jovialidad. Arlen, fuera de sí, también rió alegre. Pero no habría esperado en ningún momento lo que pasaría a continuación. Aziz lo había tomado del brazo y lo había atraído hacia él con fuerza, abrazándolo y obligandolo a ponerse en puntas de pie. Sin aliento, Arlen devolvió el abrazo.-Gracias.-Dijo.-Gracias, de verdad. Aunque vayan a dármelo vaya a saberse cuándo... Voy a tenerlo.-Lo abrazó más fuertemente, y Arlen podía haber jurado que sentía su corazón latir contra su pecho, desbocado. Respirando entrecortadamente, Arlen solo pudo abrazarlo más. 

-Te lo dije, ¿Verdad? Te lo mereces. Vas a ver cómo es el mundo.-Dijo contra su hombro. Así se quedaron por unos segundos hasta que Aziz no pudo más y decidió soltarlo. Arlen, pese a que no quería que lo soltara, le sonrió con alegría. 

-¿Terminaste con tus tareas?-Preguntó, haciendo una señal con la cabeza hacia las canastas vacías. 

-Casi.-Admitió, dirigiéndose a la canasta que había dejado para tomar el último pergamino.-No he podido encontrar...-Cuando se agachó para tomarlo, y luego se levantó nuevamente levantó la mirada hacia la pared a su derecha, por la escalera que no había subido. Había un cartel de metal que rezaba "Archivos e Investigaciones culturas", indicando la dirección con una flecha.-Debo ser la persona más estúpida del mundo...-Dijo, dirigiéndose al cartel. Aziz siguió su mirada, y luego lo siguió a él. La flecha no era derecha, sino que parecía ligeramente inclinada hacia abajo.-¿Más escaleras...?-Dijo en tono de queja. El muchacho rubio se acercó, y leyó el texto. Palideció ligeramente, y Arlen alzó una ceja en señal de intriga. 

El Despertar de la Sombra I. SueñoWhere stories live. Discover now