Capítulo 7.

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Arlen no podía entender lo que sucedía. Recordaba las historias de sus madres, en las que al final ellas le advertían que de ninguna manera debía acercarse a la niebla. Recordó las veces que su profesor le había explicado lam supuesta historia real de la niebla. Pero nunca habría esperado que pudiera alcanzar su hogar. Congelado en su lugar, a unos metros detrás de Valeria, la observó, y luego a la niebla. No podía ver su expresión, pero podía verla de rodillas, parecía a punto de colapsar, y entonces cayó en la cuenta. 

Cuando él la encontró, estaban a unos kilómetros de la niebla. Se regañó a sí mismo por no darse cuenta. Pero no tenía tiempo para eso. Debía tomar a Valeria, a sus madres y salir de la isla lo antes posible. 

-¡La niebla se acerca!-Los gritos colectivos empezaron a acrecentarse, y no mucho después, la gente empezó a correr hacia el muelle, en busca de barcos en los qué zarpar. En unos segundos, todo el lugar se sumió en el caos. 

Arlen respiró rápidamente, y dio unas zancadas para tomar a Valeria por el hombro, la volteó para verla a la cara, a lo que ella se asustó. Estaba llorando. 

-Debemos irnos.-Dijo con firmeza, pero ella no podía moverse. Él la tomó de la mano, y notó que estaba temblando.-¡Valeria!-Gritó.

-¡Aléjate de ella, Arlen!-Escuchó a una de sus madres detrás de él. Esperaba ver a Pugna, pero era Amare quien sostenía una ballesta con firmeza, apuntando a la chica. El muchacho sintió que el corazón iba a salírsele del pecho, y que sus piernas también temblaban, pero se puso de pie para ver a su madre a los ojos.-¡Esto es su culpa!-Él la miró con confusión. 

-¿De qué hablas?-Entonces Pugna apareció en su campo de visión, con una mano apoyada sobre el mango de su sable. 

-Vamos, hijo, sabemos que no eres idiota. Desde que esa chica llegó, solo suceden cosas raras. La niebla lleva días actuando de forma extraña, y debe haber una razón para ello...-Fue entonces cuando Valeria volvió en sí. Se volteó, y se puso de pie lentamente. 

-Lo lamento mucho...-Murmuró, con una voz débil. Arlen la observó, sin poder entender nada. 

-¡No podemos hacer esto ahora! ¡La niebla ya viene! ¡Debemos irnos!-Gritó por sobre el caos del muelle. 

-Así es, hijo... Nosotros nos vamos. Ella debe volver a la niebla.-Respondió Amare, y posó un dedo sobre el gatillo. Arlen, esta vez sintiendo sus oídos zumbas y todo su cuerpo vibrando, se puso delante de Valeria, viendo hacia sus madres. 

-Ella no ha hecho nada malo.-Estableció.-No les ha hecho daño. Si ella no viene, tendremos un problema.-Nunca antes se había puesto firme ante sus madres, pero esperaba que esa vez valiera la pena. Ojalá ellas se estuvieran equivocando. Sintió un tirón en la manga de su camisa, y vio a Valeria avanzar delante de él. 

-Ya no vale la pena hacer esto, Arlen. Gracias por hacer estos días los mejores de toda mi vida.-Dijo ella, con una débil sonrisa. 

-¡Basta! ¡No me importa de dónde vengas, ni qué te haya pasado, tú vienes conmigo!-Ella se sorprendió. ¿Por qué? ¿Por qué se sentía tan mal al verlo tan desesperado? ¿Por qué sentía un dolor en el pecho al notar las lágrimas caer por sus mejillas?

-Arlen...-Él no podía estar llorando. Su rostro no podía tener lágrimas recorriéndolo. Él no...-Estás llorando.

-¡Claro que sí, idiota! ¡No puedes hacer cosas esperando que no le afecten a tus amigos!-Valeria sintió un escalofrío recorrerle la espalda, y las lágrimas volvieron a brotar. Pero estas... No eran como las que siempre derramaba cuando se iba a dormir y revivía cada noche los sucesos en la isla. No eran las mismas lágrimas que derramaba cuando se despertaba a mitad de la noche, esperando ver su cuarto, a Irian, a su madre, para reconfortarla... ¿Qué eran esas lágrimas?

El Despertar de la Sombra I. SueñoWhere stories live. Discover now