Capítulo 23.

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Valeria no sabía qué era una feria hasta que estuvo ante los puestos, y sintió el olor a comida recién hecha. Personas iban y venían, la mayoría no compraban nada, solo paseaban por allí disfrutando del lugar. No sabía hacia donde mirar, por lo que volteó para ver a Lumia, quien sonreía ampliamente. La chica debió notar que no sabía qué hacer, por lo que rodó los ojos y la tomó de la muñeca, llevándola al puesto más cercano. Las bandejas que servían para mostrar la mercadería estaban rebosantes de bollos fritos con muy buen aspecto, y Lumia no tardó en pedir cuatro bollos.

-Dos con crema y dos con mermelada, porfavor.-Aclaró. Valeria, algo confundida, vio al hombre (regordete, calvo y sonriente) entregarle en una pequeña canasta cuatro bollos calientes. Agradecieron, y comenzaron a caminar sin ver hacia donde iban. Al echarles una mirada, Valeria notó que no le habían entregado ni crema ni mermelada.

-¿Dónde está la crema? ¿Y la mermelada?-Preguntó, mientras la guía tomaba uno de los bollos y se lo entregaba.

-Averigualo.-Dijo, mientras tomaba un bollo para sí misma. El estómago de Valeria volvió a rugir, y ella le dio un gran bocado al bollo para acallarlo. Gran error. La crema se desparramó hasta caer al suelo. Ahora tenía toda la boca cubierta de crema, y observaba con vergüenza la gran mancha en el suelo. Lumia lanzó una carcajada. Valeria la miró, al principio avergonzada pero al notar que no parecía gran problema, comenzó a sonreir mientras seguía comiendo el bollo. Estaba delicioso.

-Es genial...-Dijo, asombrada. Lumia se dirigía hacia otro puesto, lo que sorprendió a Valeria.-Hey Lumia, ¿No deberíamos pagar por todo esto?-La chica siguió su camino hacia un nuevo puesto, donde vendían lo que parecía como un pan entrelazado, relleno de algo que no podía describir. 

-Tranquila, lo pagarán luego.-Respondió, observando todos los panes a su disposición.-¡Dos pequeños de manzana, porfavor!-Dijo al hombre al fondo del puesto, que amasaba vigorosamente. Éste asintió y abandonó la masa para tomar dos panes pequeños, y entregárselos. Valeria se relamió los labios al sentir más de cerca el aroma a masa dulce y manzana combinados.-Además, estoy disfrutando de esto. ¿Tú no?-Decía, mientras dejaba los panes en la canasta y tomaba otro bollo. No se había dado cuenta cuándo se había terminado el primero. Siguieron su camino.

-Pero, ¿Cómo lo pagaremos?-Repitió, a lo que Lumia suspiró después de tragarse la mitad del bollo. Estaba relleno de mermelada.

-Una actividad que tenemos aquí para los turistas es trabajar por un día en cualquier rubro que elijan. Es una forma de conocer más sobre nuestra cultura y de pagar todo lo que consuman fuera de las comodidades brindadas por el culto.-Valeria asintió lentamente, procesando todo. Si bien al principio no le terminaba de convencer, terminó diciéndose a sí misma que era mejor que endeudarse. Aún así, la última parte de la explicación le resonó en la cabeza. "Brindadas por el culto..."

-¿A qué te refieres con lo que nos brinda el culto? ¿Qué es lo que nos dan?-Preguntó con sincera curiosidad. Lumia tragó y se relamió los labios manchados de rojo brillante.

-Para empezar, las haciendas están bajo custodia de uno de los sumos sacerdotes.-Explicó casualmente.-¿Recuerdas al hombre que los recibió cuando llegaron?-Valeria asintió. Recordaba su rostro, pero no podía ponerle nombre.-Bueno, no es el dueño directo, pero está a cargo de supervisar todo. Debería venir a vernos en unos días.-Lumia tomaba un pan relleno cuando pasaban por un puesto de bebidas doradas, negras y demás. Barriles se amontonaban al fondo del puesto, y montones de vasos a disposición del vendedor estaban acumulados en una mesa junto a estos. Tres hombres estaban sentados a un lado, riendo estrepitosamente, y arrastrando las palabras. Valeria frunció el entrecejo, preguntándose qué les estaría pasando. Se volvió a ver a Lumia, quien había abandonado su sonrisa para mostrar una expresión estoica. Caminaba con paso decidido y apresurado. Valeria tuvo que trotar para seguirle el paso. Un silbido agudo la alertó al pasar junto a los hombres. Lumia apretó la mandíbula.

El Despertar de la Sombra I. SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora