1- Sebastián

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¡Joder! Voy tarde

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¡Joder! Voy tarde.

Toco el botón del ascensor una y otra vez, como si eso fuera a hacer que llegue más rápido.

Tenía cita a las cinco con uno de los mejores abogados de la ciudad. La programé a esa hora por ser la última y así podría pasarme después del trabajo tranquilamente.

Que ilusa.

Las puertas se abren, entro y presiono el número seis; el tiempo parece ir más lento. Odio ser impuntual, pero no siempre puedo tener el control de todo, eso lo sé.

Al llegar, me acerco a la recepción para hablar con la secretaria. El lugar es elegante y amplio, no es para menos con todo lo que cobran. La sala de espera tiene una decoración en tonos neutros, a cada lado hay tres puertas que imagino, son oficinas.

La secretaria; una morena muy amable que está tras el mesón, me indica el camino para que pase directamente a la oficina. El abogado Bowers está esperando.

Qué vergüenza.

—Buenas tardes—saludo al guapo abogado estrechando la mano—. Disculpe la tardanza, tuve un percance en el trabajo.

—No se preocupe, tome asiento.

Me señala la silla frente a su escritorio y él se sienta en la suya. Acomodo mi bolso en la silla de al lado y lo miro.

Mierda. Estoy nerviosa.

—Bien, ehh...

—Dahlia.

—Dahlia—entrelaza sus manos apoyando los codos sobre la mesa—. Tengo entendido que busca el divorcio. Así que hoy va a contarme todos los detalles; el motivo, cuanto lleva casada, bienes en común y...—me escudriña con la mirada—. ¿Tienen hijos?

Antes de que pueda responder, saca una pequeña grabadora del cajón. Me aclara la importancia de grabar cada reunión y como no tengo problemas con ello, me insta a responder con un señalamiento de mano.

—Tenemos una niña de tres años, su nombre es Anne—sonrío con tristeza al pensar en mi pequeña.

Comienzo mi relato y aunque al principio es algo incómodo hablar de cosas tan personales, tiene algo en la manera de escucharme y responder de vez en cuando, que me hace sentir en confianza y termino soltándolo todo. Incluso lo más doloroso, lo que no quiero ni recordar.

No sabía qué tanto me hacía falta hablar de todo esto con alguien, hasta ahora.

Después de un buen rato de explicaciones, preguntas y respuestas; damos por finalizada la reunión.

—Todo lo que hemos hablado es confidencial. Mientras tomamos el tiempo en prepararnos para proceder, le pido que mantenga las cosas tal cual están ahora. Su esposo no debe enterarse de nada por el momento.

En los brazos de otro [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora