9- ¿Nos reconciliamos?

12.2K 1.2K 386
                                    

—¡Maldición! —lanzo el celular al sofá de mi oficina

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡Maldición! —lanzo el celular al sofá de mi oficina.

Sebastián no contesta mis mensajes ni el jodido teléfono. Desde el domingo he estado llamando y nada. Está evitándome.

Sé que quedamos en ser "exclusivos" pero, ¿Cómo le explico que estoy casada?

No hay manera de que lo vaya a entender.

Podría olvidarlo simplemente y seguir con lo mío sin darle importancia, pero es que... mierda, el sexo con él es tan bueno.

Me hace sentir viva.

Después de un ridículo debate conmigo misma, decido ir a buscarlo. No es que tenga un plan seguro. Solo me arriesgaré yendo hasta su departamento.

Con algo de suerte lo encontraré ahí y con la que tengo; podría estar cogiéndose a otra.

No quiero ni imaginarlo.

Al ser miércoles, hay poca gente en el restaurante, por lo menos a esta hora, ya casi son las seis. Debería ya irme a casa.

Llamo a Lía para avisarle que llegaré más tarde y se haga cargo de Anne.

Subo a mi auto con los nervios a flor de piel, mi cabeza da vueltas tratando de inventar una buena excusa.

Odio ir de mentira en mentira, pero si Sebastián supiera la verdad, dudo que quiera jugar a ser mi amante.

No necesita saber de mi vida como yo no necesito saber de la suya. Es sexo. Así de simple.

El guardia no se sorprende al verme, me deja pasar y estaciono en el mismo sitio.

Si antes estaba nerviosa, ahora estoy peor.

Mis manos sudan un poco, las paso por mi vestido en un inútil intento por calmarme. Toco el citófono para poder subir, lo levantan del otro lado y Sebastián pregunta quién es. Murmuro mi nombre, algo temblorosa, pero respiro aliviada en cuanto las puertas del ascensor se abren.

—Aquí voy —murmuro.

Tengo un nudo en el estómago y esa maldita sensación de que todo va a salir mal.

Al llegar al último piso, las puertas se abren, dejándome ver a un Sebastián al que no estoy acostumbrada.

Está serio, con los brazos cruzados a la altura del pecho y aunque no es momento para reparar en lo sexy que es, no puedo evitar la corriente que recorre mi cuerpo al verlo en un traje de color gris con el cual luce jodidamente bien.

—Necesito hablar contigo.

—Eso supuse. Pasa, siéntate — señala el sofá con un movimiento de cabeza.

Dejo los nervios de lado, poniéndome la máscara de seguridad.

Tengo que demostrarle que no ha pasado nada, que no tiene motivos para dudar.

En los brazos de otro [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora