44- ¿Me rindo o no?

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No desperté en un hospital, si no en una habitación que no conocía

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No desperté en un hospital, si no en una habitación que no conocía. Sentí pánico al no ver a nadie. Estaba sola, me dolía todo el cuerpo, como si un camión me hubiera pasado por encima... Aunque sabía bien que no había sido un camión.

Quería gritar, que alguien viniera y me explicara dónde estaba, qué estaba pasando y lo más importante; dónde estaba mi hija, pero mi voz no salía.

La puerta se abrió de repente y asustada, cerré mis ojos con fuerza. Mis manos se aferraron a las mantas de la cama, como si estas pudieran protegerme en caso de que esos hombres volvieran.

La voz de Martha me tranquilizó, acariciando con suavidad mis manos. Abrí mis ojos lentamente y al verla un sollozo abandonó mi cuerpo. Agarró mi rostro entre sus manos, con tanta delicadeza como si pudiera romperme. Como si aún quedara algo que romper.

—Mi niña...—susurré con la voz quebrada—. ¿Dónde está ella?

Martha bajó la mirada y negó con un movimiento de cabeza. Tomó una bocanada de aire y me miró con pesar.

—El señor Tillman la envió a Nueva York con su madre.

El corazón me comenzó a latir con fuerza en el pecho. El aire comenzó a faltarme... Me estaba ahogando. Todo se veía borroso y el ruido que hacia la maquina que estaba conectada a mi lado solo empeoraban el pitido que había en mi cabeza.

No recuerdo con certeza las palabras de Martha después de eso. Sé que una mujer entró en la habitación y yo no quería que se acercara, estaba aterrada, pataleando y empujándola pensando que me haría algo. No podía gritar, no me salía la voz, sentía que iba a morir ahogada porque mis pulmones eran incapaces de recibir algo de aire.

No sé que pasó después, nunca le pregunté a Martha... Me imagino que me inyectaron algo porque todo se volvió negro.

Estaba odiando tanto la oscuridad.

***

Hay cosas que no puedo recordar exactamente. Sé que Martha estuvo conmigo en todo momento, sé que fue ella quien me explicó que estaría en ese lugar para poder recuperarme y mientras tanto, mi hija estaría con su abuela.

Yo solo quería verla... Quería tener frente a mí una razón para no rendirme.

Pasé por exámenes y revisiones diarias por parte de la doctora; ella me dijo con una sonrisa que había tenido suerte, no tenía ninguna enfermedad de transmisión sexual.

Suerte. Esa fue la palabra que ella utilizó.

Suerte.

Recuerdo pensar que más suerte hubiera tenido si en vez de todo lo que me hicieron, simplemente me hubieran matado. A eso le hubiera llamado suerte.

Agarré la lampara que estaba sobre la mesita de noche junto a la cama y se la tiré a la doctora. No me fijé si le di o no, la verdad espero que sí.

En los brazos de otro [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora