Capítulo VIII.

2.2K 85 7
                                    

Domingo.

  —¿Ha ocurrido algo?

Miro hacia donde viene la voz. Es el conserje. Su regordete cuerpo está cubierto por un mono de color gris oscuro. En su mano porta una fregona y sus ojos me miran con curiosidad.

  —¿Perdone? —digo algo sorprendida.

  —Te he visto durante toda la noche moviéndote de aquí para allá. ¿Es que no tienes habitación?

  —Sí, pero…

  —Ni peros, ni peras.

Me agarra del brazo y tira de mí hasta el número 190. Por suerte no nos ve nadie aunque, claro, ¿quién va a estar despierto a estas horas? Cuando estamos delante de la puerta dorada me suelta y se me queda mirando. Me sorprende si brutalidad. Parece que es una niñera cuando debería de estar encargándose de las ventanas.

  —Abre —me dice con impaciencia.

Creo que me equivoqué al decir que tenía la alegría de los gnomos, se parece más al enanito gruñón.

  —Voy.

Cojo la llave y abro la puerta. Todo está apagado y veo extrañas figuras en la oscuridad. ¿Tanto me afecta la nicotina?

  —Entra —me ordena.

  —Espere. Es que he tenido una discusión y…

  —No me contestes. Además, te recomiendo que aquí no tengas muchas peleas.

Entro en el cuarto y cierro la puerta despacio, evitando que Natalia se despierte. Cuando la madera se encaja me quedo apoyada en ella. La verdad es que no me viene mal dormir.

Cuando me decido ir a mi cama una mano se apoya en mi boca y me tenso. Giro la cabeza y Gabriel se encuentra detrás de mí. Todas las luces se encienden y encuentro un pequeño campamento. Están todos aunque algunos ya están en el quinto sueño. Son las cuatro de la mañana. Incluso en mi cama veo un pequeño bulto, es Aleix.

  —¿Qué hacéis aquí? —susurro.

  —¿Crees que nos íbamos a ir sin más? —me pregunta Gabriel ofendido.

  —Pues sí.

  —Lina, —me habla Anís— ¿sabes lo que significa un grupo?

  —Un conjunto de algo —respondo automáticamente.

La chica rueda los ojos y se levanta. Va en pijama. Ni siquiera me he fijado cuando me he ido, no sé si llevaba su ropa normal o ese pijama color granate.

  —¿Me estás vacilando?

  —No.

Gabriel se interpone entre nosotras. Observo que siempre es él quien interviene en las discusiones, el apaciguador de las masas.

  —Dejémoslo para mañana.

  —Vale pero que hacemos con él —digo señalando a mi cama.

  —Creo que tendrás que dormir con él o dormir en el suelo.

  —¿En serio? —digo molesta.

Me acerco a la cama con cuidado de no pisar a Olga y apoyo una rodilla en ella. Cuando me inclino hacia él tiene los ojos cerrados. Me permito pensar en lo adorable que es, tiene la boca un poco abierta y por ella salen pequeños ronquidos. Me he quedado otra vez observando sus labios.

  —Aleix —le llamo mientras le zarandeo.

  —Lina, es imposible —me dice Gabriel—. Cuando se duerme no se despierta hasta que la alarma suena. E incluso ni eso.

Bandas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora