Capítulo XXII.

1.6K 69 2
                                    

Aleix rueda los ojos y abre la puerta que está detrás de mí. Se ha rendido demasiado rápido lo que ha hecho que mi pecho sufriera una sacudida de desilusión. En ese momento si estaba jugando, quería que Aleix jugase conmigo pero se ha rendido. Anoto mentalmente que tengo que empezar a utilizar un tono seductor. Suspiro cuando se acerca demasiado a mí, su olor no para de rodearme haciendo que mi estado de excitación no se disipe del todo.

Guillermo está desaparecido y llegamos a su cuarto sin ser vistos. Siento que estoy haciendo algo malo pero no me importa. Ya he hecho cosas malas alguna vez, cosas de las que no me arrepiento.

Aleix va directamente al armario cuando entramos en su habitación. Sigo bastante desorientada por culpa de lo que acaba de ocurrir en las escaleras pero intento que no se note. También me siento incómoda, estoy demasiado húmeda. Algo me golpea en la cara y lo cojo antes de que se caiga al suelo.

  —¿Quieres que duerma con esto? —le digo sujetando la camiseta en su cara.

Es una camiseta blanca y de manga corta. No me cubre ni medio trasero y él ya está demasiado alterado.

  —No te quejes. —Su mirada se oscurece—. Aunque puedes dormir desnuda si lo prefieres.

Está de buen humor, de un humor juguetón. Casi no aparta la mirada de mí cuando me muevo por la habitación, me repasa una y otra vez con unos ojos que no han recuperado su color natural. La oscuridad pasional no desaparece.

  —Entre mis piernas —dice de repente—. Eso es lo que ibas a decir, quieres que duerma entre tus piernas.

Mis manos se detienen pero no le miro. Estoy avergonzada y no debo estarlo. Él es mi... ¿novio? No, no lo es. Es mi... ¿amante? Frunzo el ceño. Esa palabra es tan íntima, con tanta pasión, tan antigua pero me gusta.

  —¿Lo harías? —susurro.

Unas manos se apoyan en mi cadera y doy un respingón. Vuelvo a sentir el calor que esta tarde me ha acompañado. Suelto el aire que retienen mis pulmones y sus dedos se cuelan entre la tela, hasta mi piel. Esa zona arde bajo su contacto lo que me hace soltar un suspiro.

  —No me resistiría si me lo pidieses.

Y con solo siete palabras hace que mis vibraciones bajan hasta mi entrepierna. Me sujeto a la cómoda pero Aleix tira de mí y me sostiene. Giro mi cuerpo y le abrazo.

  —Aunque será mejor que nos vayamos a dormir. Pareces agotada.

  —Estoy agotada —afirmo.

Aleix se ríe y tras besar mi cabeza se va al baño. Me cambio rápidamente sin dejar de pensar en su respuesta. La imagen no para de proyectarse en mi cabeza y creo que lo mejor de mi imaginación es ver en mi cabeza a Aleix desnudo. Su peligroso tatuaje llega a mi mente mientras repaso su espalda. Me sorprendo ante mi sucio pensamiento, quiero lamer el maldito tatuaje. Nunca había tenido esa necesidad de pecar tanto, todo por culpa de un nazi. Un chico malo que encontré en un internado al intentar comportarme como una chica mala. Suspiro cuando él sale del baño.

  —Que bien te queda —me sonríe pícaro.

  —Durmamos, siento que me fuera a desmayar.

  —La dama se desmaya para que su príncipe la rescate.

La palabra "amante" vuelve a mi cabeza.

  —¿Y el príncipe?

Aleix suelta una gran carcajada. En sus ojos puedo ver ternura pero la lujuria y el juego tapan cualquier rastro de romanticismo. Antes de que pueda escapar Aleix me agarra y tira de mí. Los dos caemos en la cama.

Bandas.Where stories live. Discover now