Capítulo XXXIV.

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Dos horas y media después de la charla con Manu sigo esperando el regreso de Aleix. Dos horas y media de observación. La gente entre y sale, habla, comenta, trae bolsas de contenido secreto y Manu se mueve de un lado a otro como si estuviera dirigiendo una gran empresa. El sillón desde el cual hago todas estas descripciones es bastante cómodo. No he hecho nada en todo este tiempo, me he paseado, Manu me ha presentado al chico moreno a quien Aleix miraba mal —se llama Paul y básicamente se encarga de las operaciones exteriores— y a la media hora me he sentado en este sillón para ver la vida —y a la gente— pasar.

El sonido de la puerta llama mi atención pero todo ese alivio se transforma en un nudo en mi garganta cuando veo que Gabriel ha entrado en el sótano. Camina decidido, sin dejar que las miradas de los demás lo amedrenten. Su cabello oculta una parte de su cara y sus ojos bicolores quedan escondidos bajo su flequillo. Manu ni siquiera sonríe al verle, según me contó Aleix tuvieron una bronca por lo ocurrido en la superficie. Me siento un poco mal ya que fui yo quien lo provoqué.

Escucho la fricción de la piel sintética detrás de mí y cuando me doy la vuelta veo a Paul sentado en el sillón contiguo al mío. Sus ojos son negros y me observan con bastante interés.

—Hola de nuevo —me dice con su acento. Creo que es extremeño.

—Hola, Paul —le saludo y me siento correctamente en el sillón.

—No tienes mucho que hacer por aquí, ¿eh? —se burla y señala al montoncito de papeles que hay encima de la mesa.

Durante mi eterna espera he estado rompiendo los sobres de azúcar los cuales vaciaba en los vasos con café. Manu se ha reído de mí cuando me ha visto con mi cuarto café en la mano. Todos eran descafeinados.

—Bueno, sí... —digo no muy convencida de qué responder.

—¿Tienes novio?

Mi cabeza se gira de forma brusca hacia él. Me sorprende tanto la pregunta que me quedo en blanco a la hora de contestar. Tardo unos segundos en contestar.

—Sí, ¿por? —digo algo borde.

—Sólo preguntaba. Estás bastante buena y quería que me acompañaras hasta mi casa—dice con diversión—. Aunque si quieres...

Antes de que termine la frase me levanto y comienzo a caminar hacia la puerta de entrada. ¿Qué estoy buena? ¿Qué si le acompaño a su casa? ¿No ha escuchado que tengo novio? Bufo enfadada y me apoyo de nuevo en la mesa que está en frente de la puerta. Ahora nadie tiene respeto por las parejas aunque eso también es culpa de esas parejas. Si no se dedicaran a poner los cuernos cada dos por tres...

La puerta vuelve a abrirse y una mata de pelo castaña entra en la sala. Salto de la mesa y me coloco delante de Aleix que por poco se choca conmigo cuando entra como una bala hacia la zona de oficinas.

—Eh, ¿no te has movido de aquí o qué? —dice divertido cuando me ve. La mochila que lleva acuestas abulta más que cuando se marchó.

—Sí, bueno, he deambulado un poco por la estancia.

Su mano coge la mía y tira de mí hacia donde están Manu y Gabriel. Este último es ignorado por completo cuando Aleix se integra en la conversación.

—Ahí tienes —dice Aleix y le tira la mochila a los pies—. No me ha hecho falta utilizar ningún arma defensiva por lo que están todas en el bolsillo exterior.

—¿Por qué tanto retraso? —dice Manu algo sorprendido.

—Digamos que el tráfico iba lento.

Me pregunto si se estará refiriendo al tráfico de drogas o al de los vehículos. Manu lo mira con un poco de desconfianza y se agacha para coger la mochila, Aleix no parece preocupado pero Gabriel la observa con cautela. La cremallera es corrida y Manu mira en el interior. Tengo el impulso de acercarme pero decido quedarme al lado de Aleix. Por parte de Gabriel, éste sí se asoma y sonríe un poco cuando ve lo que hay dentro.

Bandas.Where stories live. Discover now