Capítulo XIV.

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 Viernes.

El calor que hay debajo de mis mantas es insoportable. Aleix sigue durmiendo mientras yo intento no cocerme aquí dentro. Su brazo está por encima de mi cintura y parece que duerme cómodo aunque esté durmiendo bocabajo. Doy una vuelta más, estoy acalorada. Intento distraerme de alguna forma y el tatuaje aparece en mi mente. Me da miedo que me pille husmeando por su piel pero, aunque vacilo, agarro las mantas y comienzo a bajarlas hasta que llego a la cinturilla del calzoncillo. Una mirilla oscura de francotirador surge de debajo de las sábanas. Repaso su espalda con la mirada. Es bastante ancha y se puede decir que tiene buena percha. Sonrío y hago algo que siempre quise hacerle a Jorge. Desde la nuca deslizo mis dedos bajando poco a poco. Noto como se le eriza el vello pero no me detengo. Mi camino termina en el tatuaje que acaricio suavemente.

La mano de Aleix aferra mi muñeca y yo me sobresalto. Mi grito parece despertarle aún más y gira la cabeza para poder verme mejor. Tiene los ojos un poco rojos y me observa con cansancio.

  —¿Qué hacías? —dice con voz ronca.

  —Solo… probaba una cosa —me excuso.

  —Te gustan demasiado los experimentos —dice con sorna.

Me encojo de hombros. Él me suelta y vuelve a su posición anterior.

  —Deberías irte —le sugiero.

Mientras él me asaba con su calor corporal he estado pensando sobre esto. Está mal lo que hemos hecho, está mal que le haya dejado dormir conmigo pero no quería marcharse y yo, bueno, una parte de mí tampoco quería que lo hiciera.

  —Prefiero que sigas acariciándome —me sugiere sin mirarme.

  —No lo voy a hacer.

  —Por favor —susurra.

Quiero hacerlo, mierda, quiero hacerlo. Gira su cabeza y creo que espera a que empiece. Bufo y me pongo de lado mirando hacia él. Mis yemas se apoyan en su piel y vuelven a moverse de la misma manera de antes. Escucho un suspiro de su parte y se recoloca en el colchón.

  —Aleix —susurro.

  —Mmmmm…

  —¿Por qué no dejas a Bea? No me malinterpretes pero…

  —Méndez, si me quieres que la deje solo dímelo —me interrumpe. Su voz parece más amortiguada por culpa de la almohada.

Mi mano se detiene. Su tono indiferente llega a hacer que me enfade. ¿No puede sentir un poco de empatía hacia Bea? Ella lo quiere de verdad, ¿no es así? Aunque también le ha puesto los cuernos, esto me dice que no le quiere tanto como aparenta.

  —Y ya está. ¿Cómo me lo puedes decir tan frío? —digo enfadada.

Aleix se da la vuelta y se acerca a mí. Lo hace sin vacilar, sin dudar ni un solo segundo, como si supiera que debe decirme exactamente.

  —Según sabes mi sentimientos por ella se han esfumado —susurra.

Natalia ha debido de contarle que estuvimos hablando de él. No llega a dolerme porque sabía que tarde o temprano Natalia me fallaría. Todos lo hacen.

  —Pero sigues con ella solo porque folla bien —le reprocho.

  —No hay mucho que hacer aquí.

Bufo y dejo de mirarle. La utiliza como un objeto, como si no le importase nada. Me aparto de él y le doy la espalda. Veo que la cama de Natalia está vacía. No recuerdo que me dijera que se fuera a ninguna parte o con ningún chico.

Bandas.Where stories live. Discover now