Capítulo XLVI.

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Alguien habla en alguna parte de la oscuridad. Es una voz lejana y masculina... está enfadado. Aquí su voz se oye apagada, como si tuviera algodón metido en los oídos. Intento concentrarme en esa voz y salir del sueño, pero no lo consigo. Intento moverme, pero no puedo. Me tranquilizo y espero a que mi cuerpo se despierte poco a poco. Mientras esto ocurre pongo mi cabeza a trabajar recordando dónde me encuentro y cómo he llegado hasta aquí. Se escucha algo como la brisa del mar.

Hacía tiempo que esto no me pasaba.

La voz comienza a ser más clara y se acerca de golpe. Está discutiendo con un susurro, no he podido percibirlo hasta ahora. Un susurro avergonzado y que intenta esquivar las balas de letras de la primera voz. Cuando consigo aferrarme a esas voces percibo varias presencias a mi alrededor. Dos a un lado, dos al otro. Intento abrir los ojos pero mis párpados están pegados con pegamento.

—Mira que eres imbécil —dice la primera voz.

—Te he dicho que fue un accidente —susurra la segunda.

Noto un apretón en mi mano, al otro lado de las dos voces. Quiero devolverle el apretón pero mi cuerpo aún no está preparado para hacer ese gran esfuerzo. Me enfado con mi propio cuerpo, es una tontería.

—Esto no es un accidente. Plantarle una lámpara a una persona en la cabeza no es ningún accidente —dice una tranquila voz al lado del apretón de manos.

—Discutimos y... se me fue la cabeza.

La intensidad del agarre crece, está vacilando sobre si aplicar más fuerza al agarre por lo que vuelve a relajar sus dedos sobre mí. Ahora todo son caricias en mis dedos. Caricias reconfortantes y cálidas que provocan que mi mente vuelva a adormecerse. Me encantaría sacudir la cabeza para liberarme de esta trasposición.

—A ella sí que se le fue la cabeza... —dice la primera voz.

—No es momento de hacer bromas —dice una cuarta voz que hace que se acelere mi corazón.

Por fin siento que la parálisis se va desvaneciendo, comienzo a sentir algunas partes de mi cuerpo y a moverlas. Mis párpados vuelven a ser móviles y siento cuatro pares de ojos sobre mí cuando parpadeo por primera vez para intentar acostumbrarme a la claridad de la habitación. Con la mano libre me restriego los ojos.

—Buenos días, bonita —dice Manu. No lo veo pero seguro que está sonriendo dulcemente.

Le miro cuando por fin puedo hacerlo, Aura está a su lado. Ésta baja la mirada cuando ve que estoy consciente. No me entretengo en mirarlos. A mi izquierda están Aleix y Gabriel, el primero está sentado en la que ahora parece ser su sitio en este lugar. Gabriel está de pie y me mira con su asquerosa tranquilidad, en estos momentos no la soporto. Veo el vacío en sus ojos y me dan ganas de zarandearle para sacarle de ese estado de embobamiento.

—¿Qué tal estás? —me pregunta Aleix que retira algunos cabellos de mi rostro mientras habla.

—Bien —siento la garganta seca—. ¿Qué hacéis aquí?

Manu se ríe y todos le miramos.

—Bonita, eres mi protegida, ¿en serio crees que no iba a venir a verte estando en un hospital?

Aura se remueve nerviosa y mira mis pies bajo las sábanas. Cierro los ojos y toco mi cabeza, la venda ha desaparecido. Me alegro pero cuando miro mi antebrazo éste está lleno de cortes que hacen que se me revuelva el estómago. Aparto esa visión de mis ojos y miro a Manu.

Bandas.Where stories live. Discover now