Capítulo XXI.

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El pasillo está vacío y el salón está demasiado oscuro y silencioso para mí. Está lloviendo por lo que tampoco puedo subir hasta el ático y mi habitación es un burdel. Mis pasos resuenan por el pasillo mientras me dirijo al hall o tal vez salga un poco a la calle. Las paredes parecen estar recién pintadas, blancas y limpias. Me sorprende que a nadie se le haya ocurrido tocarlas o ensuciarlas de alguna manera.

Sé que la forma de marcharme no ha sido la más correcta pero los vaivenes de este barco comienzan a marearme. He pensado que todo eso son señales para me que aleje de él, que él mismo quiere que me aleje de él para poder seguir con su vida de placer sin compromiso. Cada vez que llego a esta conclusión recuerdo lo que él me dijo una vez, está cansado de sexo sin sentido. Pero por otra parte me confunde cuando me dice que vamos demasiado deprisa cuando -aunque me duela decirlo- es él quien lleva el timón.

Una mata de pelo rubio me aborda sacándome de mis pensamientos. De mi boca sale un chillido y doy un paso hacia atrás. Ha salido de la puerta del sótano.

-Tranquila, bonita.

-Joder, que susto -digo intentando controlar mi respiración.

-Lo siento. -Se acerca a mí-. Tenemos que hablar.

-¿Negocios? -Manu asiente-. Vale.

Manu abre más la puerta de la escalera y mueve su brazo en forma de reverencia para que pase. Es un gesto elegante pero puedo notar su burla y su diversión. Me deslizo por su lado y comienzo a bajar las escaleras. El sótano está oscuro y un escalofrío me recorre cuando la puerta se cierra. Manu me mira de forma agradable y me indica que me siente en una de las cajas. Cuando lo hago Manu arrastra otra caja y se sienta delante de mí.

-¿Este fin de semana estás libre? -susurra con la mirada fija en mí.

-Sí, ¿por?

Manu se inclina y su rostro se acerca peligrosamente al mío. No me muevo pero la incomodidad me aborda. Su sonrisa reluce en la oscuridad e inclina la cabeza antes de hablar. Puedo escuchar su respiración pausada y natural y también cuando su garganta traga saliva. En definitiva, demasiado cerca se queda corto.

-Te voy a enseñar cómo va todo esto. Nuestra base, algunos de nuestros oficiales, nuestras operaciones, nuestro territorio... -enumera con un tono grave.

Parece que estoy ingresando en el ejército. Me remuevo nerviosa pero no pienso retirarme, tengo que dar el tipo. Mi padre siempre me decía que ante las situaciones difíciles debía ponerme seria y avanzar. Nada de romper el contacto visual, nada de sonrisas y menos de chistes.

-¿Todo? ¿Me lo enseñaras todo? -No sé por qué estoy susurrando.

-Aún no. Vale que seas mi protegida pero no confío del todo en ti.

-¿Para qué sirve eso de la protegida? -Tengo ganas de saciar un poco a mi curiosidad.

-Eres como mi chica pero no tenemos por qué estar saliendo. Algunas bandas no utilizan esta táctica. Eres como mi geisha. ¿Nunca te han dicho que las mujeres refuerzan la imagen del hombre?

Ofendida, entrecierro los ojos, las geishas son mujeres florero y a mí no me gusta ser una mujer florero. Me sentiría inútil y mi "trabajo" estaría controlado completamente por el rubio que tengo delante, algo que me da mala espina.

-¿Solo me quieres para realzarte?

-No, tienes más utilidades. Tu belleza es solo una de ellas.

-¿Mi belleza? -Hago una mueca.

-Mis socios se morirán de envidia cuando te presente.

Su mano acaricia mi mejilla y me aparto. No puedo con esta situación. Manu alza las cejas y coloca su mano en la caja donde estoy sentada, impidiendo que pudiera correr hacia la puerta.

Bandas.Where stories live. Discover now