Capítulo XLV.

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Viernes.

El aire frío entra por mi garganta áspera y dolorida, mi nariz está taponada y mi cuerpo intenta conseguir aire de cualquier forma. Toso un poco. Casi muero cuando lo hago. Tiro de la manta para que me cubra mejor y vuelvo a toser. Tengo sudor frío por todo el cuerpo y me siento como un flan. Mi madre había insistido en ir a comprar todo para Nochevieja, pero no me encuentro demasiado bien. Algo cruje en la habitación, después se oye un chasquido.

No he sabido de Aleix desde el domingo, y de Anís tampoco. Después de la conversación con ella tuve la tentación de llamar a Aleix, pero me detuve. Necesito estar un poco alejada de él. Intento no arrepentirme y me recuerdo que él tampoco me ha llamado. Incluso creo que se lo agradezco, tal vez él también necesite espacio.

La puerta se abre con un pequeño crujido y, tras unos pequeños pasos, algo se apoya en mi cama. Dos manos retiran con delicadeza las mantas de encima de mi cabeza dejándome descubierta al mundo. Gimo ante la luz. Toñi se ríe en bajito y me acaricia el pelo.

—Buenos días —susurro aunque no abro los ojos.

—Buenos días —susurra Toñi—. ¿Qué tal te encuentras?

Abro el primer ojo para cerrarlo al instante, demasiada claridad.

—Así así. ¿Traes la pastilla?

Toñi se ríe y escucho el cristal contra la madera. Suspiro y me levanto como puedo. La claridad es demasiada para mí. Restriego mis ojos con mis manos y por fin consigo despegar los párpados por más de un segundo. Toñi está a mi lado, lleva puesto un jersey color vino y unos vaqueros estrechos metidos dentro de unas botas hasta la mitad del gemelo. Cojo la pastilla de la mesa bajo su mirada maternal y la tomo con el agua que me ha traído.

Me siento una yonki, llevo así desde la cena de navidad.

—Todo cambia, pero tu resfriado no lo nota —dice ella con una sonrisa.

—Qué se le va a hacer. Mi cuerpo no aguanta tanto trote.

Toñi se ríe y me pide que me vista. Cuando sale de la habitación salgo de la cama casi arrastrándome, cansada y mareada. Las piernas me tiemblan, no he comido nada desde ayer por la mañana y devolví todo el desayuno. Camino hasta el armario, pero la lucecita del móvil me reclama y miro las notificaciones. Aleix me acaba de enviar un mensaje.

"Mañana a las once y media de la noche delante de tu casa".

Frunzo el ceño y le pregunto que a qué viene eso. Me responde cuando ya estoy vestida. Al parecer voy a ir a ver las campanadas con ellos a la plaza del Sol. Le digo que no, que mi madre no me dejará estar con él. Él no le da importancia y dice que también va a venir mi primo. No me ha dicho nada. Respondo que si va Anís voy. Aleix me responde que esa era la idea.

Sólo queda lo más difícil, convencer a mi madre.

—Estará conmigo toda la noche, no la perderé de vista ni un segundo —insiste Víctor.

Mi madre suspira y vuelve a negar con la cabeza. Aprieto el cinturón entre mis manos y lo retuerzo para mantener mis manos ocupadas. Marta está en el asiento del copiloto observando la calle por la ventana mientras Víctor, desde el asiento de atrás, intenta convencerla. Llevamos así todo el trayecto.

—Marta, déjala —interviene mi tía—. Lina ya es mayorcita y sabe cuidarse de sí misma. Ha salido viva de ese internado, ¿no?

Mi madre incluso sonríe con la broma pero no da respuestas. No me ha hecho demasiada gracia el chiste ese y menos cuando no saben cómo se juega uno el pescuezo dentro de esas cuatro vallas que rodean todo el edificio. Aún así no contesto. Me he abstenido de hablar durante todo el trayecto pero, cuando llegamos al tercer semáforo me inclino hacia delante.

Bandas.Where stories live. Discover now